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El deporte argentino despide con dolor a una de sus grandes campeonas. Alejandra Marina “La Locomotora” Oliveras falleció este lunes a los 47 años tras sufrir un accidente cerebrovascular isquémico y permanecer una semana internada en terapia intensiva en el Hospital José María Cullen de Santa Fe.
Su partida deja un vacío inmenso en el boxeo femenino, donde fue pionera, ídola y referente de lucha dentro y fuera del ring.
Nacida en El Carmen, Jujuy, el 20 de marzo de 1978, y criada en Córdoba, su vida estuvo marcada desde el comienzo por la adversidad.
Madre a los 14 años, víctima de violencia de género y criada en un contexto de pobreza estructural, encontró en el boxeo una salida inesperada que terminaría convirtiéndola en una leyenda del deporte nacional. Su primera pelea fue callejera, en una plaza. La siguiente, ya con guantes, cambiaría su destino para siempre.
Una carrera forjada a puro coraje
“La Locomotora” debutó como boxeadora profesional en 2005 y, apenas un año después, se consagró campeona mundial supergallo de la AMB al vencer a la mexicana Jackie Nava en Tijuana.
A partir de allí, su ascenso fue meteórico: llegó a conquistar seis títulos mundiales en distintas categorías —supergallo, pluma, ligero y superpluma— consagrándose como la única mujer argentina en lograr ese hito. En 2015, fue reconocida con un Récord Guinness por haber obtenido cuatro coronas en divisiones diferentes.
Su carrera profesional totalizó 38 combates, con 33 victorias, 3 derrotas y 2 empates, incluyendo 16 triunfos por nocaut.
Alejandra enfrentó a las mejores del mundo, siempre con el orgullo de representar a la Argentina. Entrenada en su momento por Amílcar Brusa —el histórico DT de Carlos Monzón—, supo imponerse con una mezcla de técnica, potencia y una garra inquebrantable.
Más allá de sus estadísticas, Oliveras fue una figura magnética. Su personalidad extrovertida, su honestidad brutal y su carisma arrollador la hicieron trascender el mundo del boxeo.
Su frase “yo nací para ser campeona del mundo” no era arrogancia: era convicción pura, nacida de una historia de vida cruda, que compartía con franqueza para inspirar a otros.
Del ring al compromiso social y político
Retirada oficialmente en 2019, “La Locomotora” no se alejó de los desafíos. Se dedicó a ayudar a jóvenes en situación de vulnerabilidad a través del deporte y fundó el Team Locomotora, un grupo solidario con el que repartía alimentos en barrios humildes de Santa Fe durante la pandemia.
También brindó charlas motivacionales, dirigidas especialmente a mujeres, donde compartía su experiencia de vida y lucha contra la violencia de género.
En los últimos años, Oliveras también incursionó en política. Acompañó a Patricia Bullrich durante la campaña presidencial de 2023 y fue incorporada en 2024 a la Dirección Nacional de Seguridad en Eventos Deportivos, donde lideró el programa “Cuidar el juego”, orientado a la prevención de la violencia en el deporte infantil.
Había sido electa convencional constituyente en Santa Fe, aunque no llegó a asumir.
Un legado eterno
Su fallecimiento conmocionó al mundo del deporte y a quienes la admiraban como símbolo de superación.
El director del Hospital Cullen, Bruno Moroni, explicó que la boxeadora había ingresado con un cuadro severo de ACV isquémico, con foco motor en el hemisferio derecho, lo que provocó la parálisis de su lado izquierdo.
Fue operada de urgencia para descomprimir la presión cerebral, pero su cuerpo semanas después, luego de lograr abrir los ojos y poder respirar por su cuenta, aún así, no resistió.
Alejandra Oliveras no fue solo una campeona mundial de boxeo. Fue una mujer que se abrió paso en un ambiente hostil, que desafió estigmas, que nunca renegó de sus orígenes y que usó su voz para amplificar las de los que no tienen micrófono.
Luchó dentro del ring con los puños y fuera de él con el corazón. Y aunque su vida se apagó antes de tiempo, su historia perdurará como inspiración para futuras generaciones.
Alejandra “La Locomotora” Oliveras fue más que una boxeadora: fue un símbolo de resistencia, valentía y pasión.
El deporte argentino la llora, pero también la celebra, porque dejó huellas imborrables donde otros apenas pasaron. Su legado ya es eterno.