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El pontificado de Francisco quedará en la historia como uno de los más innovadores y personales de la Iglesia Católica. Desde su elección en 2013 como el primer Papa sudamericano y jesuita, Jorge Mario Bergoglio trazó un camino propio que ahora también se refleja en su despedida final: pidió ser enterrado en la Basílica de Santa María la Mayor, en Roma, en lugar de las tradicionales Grutas Vaticanas bajo la Basílica de San Pedro.
El fallecimiento de Francisco, ocurrido el pasado 21 de abril a los 88 años, puso en evidencia una vez más su espíritu disruptivo y su profunda conexión espiritual con este santuario mariano.
Un gesto cargado de simbolismo
La elección de Santa María la Mayor no fue casual. Durante su pontificado, Francisco visitó este templo más de 115 veces, siempre antes y después de cada viaje apostólico, para encomendarse a la Virgen “Salus Populi Romani”, protectora del pueblo romano.
En su testamento, fechado el 29 de junio de 2022 y difundido tras su muerte, dejó explícita esta voluntad: "Deseo que mi último viaje terrenal termine precisamente en este antiguo santuario mariano, donde siempre me detengo a rezar".
Esta profunda devoción, que se fortaleció incluso durante su última convalecencia, refleja un nexo personal y espiritual imposible de ignorar: su vínculo íntimo con la Virgen María, pero también su identificación con el pueblo sencillo y su deseo de una despedida humilde, lejos de los fastos vaticanos.
El lugar elegido: sencillo y con historia
Francisco pidió descansar en un pequeño recinto detrás de la escultura de la Reina de la Paz, en un espacio que antiguamente se usaba para guardar candelabros. Allí, su tumba será sencilla, “en la tierra”, sin grandes ornamentos, con una losa de mármol que llevará solamente la inscripción “Franciscus”, fiel a su estilo austero.
El sitio no solo simboliza su devoción, sino también su manera de entender el papado: más cercano a la gente, menos asociado al poder y el esplendor.
Santa María la Mayor: un santuario cargado de historia
La Basílica de Santa María la Mayor, construida en el siglo IV, es uno de los templos marianos más antiguos de Roma. Su riqueza artística incluye mosaicos bizantinos, techos recubiertos con oro americano y leyendas milagrosas como la nevada en pleno verano.
En sus recintos también descansan otros siete pontífices: San Pío V, Clemente IX, Sixto V, Clemente VIII, Nicolás IV, Honorio III y Pablo V. Además, alberga los restos de personalidades como el escultor Gian Lorenzo Bernini y Paulina Bonaparte, hermana de Napoleón.
Un legado de misericordia
La presencia de Francisco entre estas figuras históricas suma un nuevo capítulo a la basílica. Para muchos fieles, como expresó una peregrina guatemalteca a BBC Mundo, Francisco será recordado como “el santo de la misericordia”, una imagen que se proyecta con fuerza en su deseo de un entierro sencillo, junto a la Virgen que tanto veneró.
Con este último gesto, Francisco no solo rompe con más de un siglo de tradición, sino que también confirma lo que fue su vida: un testimonio de fe viva, humildad y amor incondicional al pueblo.