Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
16°
19 de Septiembre,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La crisis es política, y muy complicada

Viernes, 19 de septiembre de 2025 00:56
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

La política tiene sus leyes y son inexorables. Hay dos que deberían recordar el gobierno y la oposición. Ambos. En primer lugar, usando terminología clásica, existen dos fases: una es la "agonal"; la lucha por el poder; la otra es "arquitectónica", es la construcción del gobierno y del desarrollo. La otra ley es fundamental, "la prudencia política".

Hoy, sumergidos en una crisis que no es del gobierno, sino del país, salta a la vista que, desde hace más de dos décadas, los argentinos vivimos en una constante lucha por el poder, sin respiros.

El kirchnerismo ha mostrado destreza para construir alianzas que le permitieron tomar una serie de medidas que, al cabo de cuatro gestiones, dejaron al país al borde de la estanflación. Fue una crisis que dejó en el camino a los tres últimos presidentes y al entonces ministro de Economía Sergio Massa. Y la gran derrota del Frente para la Victoria. Gobernar, no supo. Mantenerse en el poder, sí, mientras duró.

Milei se aferró a las Fuerzas del Cielo y al poder mágico del mercado y, al cabo de 22 meses, el balance indica que frenar la inflación y mantener el superávit fiscal brindaron un éxito efímero y en pocas semanas, su gobierno parece estar deshilachándose día a día. Para el presidente, la prudencia política es un veneno.

Una cruda realidad

La semana pasada, después de la clara derrota en la provincia de Buenos Aires, trató de mostrarse poderoso vetando leyes sancionadas por el Congreso. En pocos días, se sumaron los vetos a la emergencia en discapacidad, las leyes de financiamiento universitario, de emergencia en salud pública (el caso Hospital Garrahan) y la que propusieron los gobernadores para que se coparticipen los fondos que el Estado nacional distribuye discrecionalmente a las provincias.

Es muy difícil conservar el poder si la política está planteada como guerra (entre elites, al margen del ciudadano común) y si el gobernante carece una fuerza propia. Mucho peor, si destruye y persigue a todos sus aliados.

Hoy, la "guerra política" jaquea a un presidente debilitado, y pone en riesgo a las instituciones del país. El "ánimo destituyente" es un concepto del folclore kirchnerista; ahora queda claro que, para esa variante del peronismo, es un arma que se usa sin lealtad.

Hoy, los dirigentes que tratan de mostrarse como salvadores del país esperan que la gente se olvide de sus currículum; o que se decepcione de todas las opciones y que la mayoría prefiera no votar, como viene sucediendo todo este año.

No son buenas noticias para la democracia.

Turbulencias financieras

Los fracasos del Gobierno con los vetos repercuten negativamente en la economía. Si el Congreso cierra las puertas a las metas de estabilidad y disciplina fiscal, los compromisos internacionales entran en una nebulosa.

Ayer, los bonos cayeron hasta un 13% y el riesgo país acercaba a los 1.500 puntos. Las reservas para afrontar los vencimientos de deuda de enero, US$8000 millones, no están todavía.El Banco Central se ve obligado a intervenir para contener un dólar que se acerca a los $1.500.

En los análisis de los economistas, hay una descomposición política evidente. Y Javier Milei no da signos de incorporar la prudencia política. El cambio de interlocutor con los gobernadores es una apariencia. Allí está una parte vital del poder real y hay un número más que suficiente de mandatarios con quienes llegar a acuerdos razonables. Todos quieren sobrevivir enteros a la borrasca.

No es muy difícil de imaginar lo que ocurriría con todas las variables económicas si volviéramos a sufrir un desfile de presidentes inconstitucionales como el de la última semana de 2001.

Y los gobernadores sensatos lo saben. Como saben que los partidos se han desmoronado y nadie, hoy, en la Argentina, está en condiciones de asumir un liderazgo carismático y serio. Por eso, en lugar de gobernar compulsivamente, el presidente debería comenzar a encontrar interlocutores fuera del círculo obsecuente, sino entre los que creen en el equilibrio fiscal y también en el rol social del Estado. En la importancia de la microeconomía, como reclaman el campo y la industria, cuyos problemas son más complejos que "la macro" y que llevarán más tiempo para resolverlos.

El país no está al borde de una catástrofe financiera. Es la política la que está en un nivel de ebullición que asusta al que tiene un ahorro o planifica una inversión.

Y lo mejor que podría ocurrir en este momento es que el Congreso comience a analizar el Presupuesto 2026. El proyecto del Gobierno tiene una carga de optimismo libertario que obligará a hilar muy fino y reformarlo con honestidad y realismo.

La tregua parece difícil. Sin embargo, es necesario olvidar por un momento las elecciones de octubre, que a esta altura ya parecen estar definidas. Seguramente, el Gobierno seguirá necesitando alianza y acuerdos. Y la oposición deberá tener en cuenta que la gobernabilidad no es necesaria solo para Milei. Es imprescindible para el país.

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD