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6 de Agosto,  Salta, Centro, Argentina
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Las mejores peleas de la historia

Sabado, 01 de octubre de 2011 13:20
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Los golpes de Carlos Monzón fueron blancos certeros en la humanidad del ídolo italiano Nino Benvenutti, quien se desplomó vencido ante el estupor de miles de romanos, testigos de cómo caía una estrella del boxeo y nacía un mito.

Un Monzón frío y estratégico cumplió al pie de la letra con su libreto y sorprendió al hombre que era figura del deporte y del cine en su país, y lo venció en forma inobjetable para dar inicio a un reinado que lo llevaría a la gloria deportiva.

El principio de la era de Monzón como campeón del mundo cumplirá hoy 41años, y en la fecha de las efemérides deportivas argentinas, no es un día más, porque fue la génesis para la campaña con mayor gloria de un monarca ecuménico de estas tierras.

La llegada del boxeador nacido en Santa Fe el 8 de agosto de 1942, cerró una etapa de dominio de dos pugilistas: Benvenutti y el norteamericano Emille Griffith, quienes se prestaron durante gran parte de la década del 60 el título de los medianos.

En esos años Monzón construyó su campaña nacional, debutó en el profesionalismo en 1962 de la mano de un maestro que fue cincelando su perfil de boxeador demoledor: Amílcar Brusa.

Sin embargo, no fue un pugilísta que encandilara con su estilo a los grandes públicos y, a pesar de alcanzar los títulos argentinos y sudamericano -venciendo al ídolo local Jorge Fernández- no lograba por entonces una aceptación popular.

Su figura esmirriada, su táctica de boxear a distancia, y con estrategias de quebrar a sus rivales con golpes tácticos para luego noquearlos sin piedad, se alejaba mucho del estilo más tradicional y de variedad de golpes que degustaban los habituales asistentes al mítico Luna Park.

De todas formas, el promotor Juan Carlos Lectoure se obsesionó con conseguirle una oportunidad al santafesino y mientras le traía rivales extranjeros para foguearlo, realizaba gestiones para alcanzar la meta.

Así, luego de vencer a varios boxeadores internacionales como Douglas Hountley y Thommy Bethea, a quienes derrotó sin dificultad, y de empatar con el norteamericano Benny Briscoe, Monzón alcanzó el primer lugar en el ranking mundial.

Con esa presión "Tito" Lectoure logró una oportunidad para pelear por la corona, aunque en las condiciones más desfavorables: en Roma y en una fecha muy cercana (solo se confirmó tres meses antes el combate y dejó a Monzón con poco tiempo de entrenamiento).

El visionario promotor argentino aceptó el desafío con la seguridad que era una oportunidad que Monzón no desaprovecharía y así sumó su firma a un contrato que solo le garantizaba al santafesino una bolsa de 15 mil dólares.

Benvenutti era un gladiador con cara de galán de cine que estaba en el mejor momento de su carrera y entendió que el choque con Monzón era uno más antes de enfrentar una vez más a su rival eterno: Griffith.

"Escopeta" viajó a la ciudad eterna apenas con un grupo de colaboradores, mientras en Buenos Aires muy pocos daban "un peso" por la suerte del argentino, a quien consideraban inferior a la calidad del gran campeón italiano.

Sobre el escenario del Palacio de los Deportes Monzón desplegó su mejor libreto, y con la potencia de su izquierda, que penetró las veces que el argentino se lo propuso en el rostro de Benvenuti, fue resquebrajando el físico del campeón.

Así, ante el estupor de propios y extraños, Monzón arrinconó en la vuelta duodécima al italiano, que intentaba escaparse infructuosamente de una demolición anunciada, y lo golpeó a "placer".

Las gelatinosas piernas del italiano se doblegaron y su cuerpo quedó a los pies del nuevo campeón mundial, vencido, sin defensa, en una muestra cabal que se producía una bisagra en la historia de la categoría mediano.

Desde aquella noche emblemática del 7 de noviembre de 1970 ya nada fue igual: muerto el reinado de Benvenutti, nacía la leyenda de Monzón, el mejor boxeador argentino de todos los tiempos.

Ray Sugar Leonard y Roberto Mano de Piedra Durán


 

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