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Así nos ven

Martes, 01 de noviembre de 2011 22:14
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La palabra piola tiene 56 sinónimos, desde chitrulo hasta canchero; todo lo contrario de chabón, que significa tonto.
Jorge Luis Borges sostuvo que a un argentino “pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un estúpido”.

Hay numerosas chanzas, cuentos y cargadas sobre los argentinos que andan por el mundo o que residen aquí. Una de las más difundidas dice que el argentino se cree un italiano que habla español y que le gustaría ser británico. Otros, sobre todo los europeos, sostienen que somos tan pedantes que podríamos suicidarnos si nos arrojáramos desde lo más alto de nuestro ego.

Arturo Jauretche, un hito hoy para los intelectuales kirchneristas, decía: “Yo no soy un vivo, soy apenas un gil avivado”. El ensayista nacido en Lincoln, de nuevo de moda hoy, sostenía que los intelectuales argentinos suben al caballo por la izquierda y se bajan por la derecha. El santafesino Ezequiel Martínez Estrada, autor de obras trascendentes como “Radiografía de la pampa” y “La cabeza de Goliat” iba más allá: afirmaba que el argentino es “un exiliado interior”. Julio Cortázar tampoco andaba con vueltas y enfatizaba: “Ser argentino es estar lejos”.

Según Pablo Nacah, porteño, doctor en Filosofía y licenciado en Sociología: “Ezequiel amó tan desesperadamente a la Argentina que sus palabras no pudieron más que desgarrarla”. Y agregaba: “Fue un inmigrante en su propio país”.

Martínez Estrada, que se ganó la vida trabajando siempre como empleado del correo en Bahía Blanca, sostenía: “La tierra que subyace debajo del asfalto es vengativa, y el mar verde que es la pampa no se resistirá al asalto de las fábricas”.

Julio Mafud, discípulo de Martínez Estrada y quien trabajó toda su vida como señalero del Ferrocarril Roca, escribió un libro fundamental para entender lo que somos: “Psicología de la viveza criolla”. Demostró que la palabra piola tiene 56 sinónimos, desde chitrulo hasta canchero; todo lo contrario de chabón, que significa tonto o ignorante y que puso de moda el tango.

Borges, el inefable

El mejor escritor argentino de todos los tiempos, Jorge Luis Borges, sostuvo: “El argentino suele carecer de conducta moral, pero no intelectual; pasar por un inmoral le importa menos que pasar por un estúpido. La deshonestidad, según se sabe, goza de la veneración argentina y se llama viveza criolla”.

Volviendo a Mafud, él dijo: “Nuestra identidad es la de un exiliado permanente”. Y sobre el piola sostenía que es “un ateo perfecto, un anarquista, porque no cree en nada”. “La viveza criolla -sostuvo Mafud- es un gran defecto moral y cultural, factor principal del retroceso argentino y de sus sucesivas crisis. Creen, nuestros compatriotas, que la filosofía de progresar es seguir la línea del menor esfuerzo, sin responsabilidad y sin consideración a los demás. El individualismo extremo que tiene, además, el hábito de culpar de nuestros problemas a algún otro. Y de allí surgen los políticos”.

Y ponía algunos ejemplos populares: dos personajes tradicionales de hace décadas, Isidoro Cañones y Avivato, imaginados por Dante Quinterno, el gran creador de Patoruzú. Y el truco, el juego de naipes argentino por antonomasia, donde lo que vale es el triunfo que se obtiene engañando a los otros.

Buenos Aires, la neurótica

Pensadores de todo el mundo consideran a Buenos Aires una gran ciudad, con referencias culturales de primer orden. Pero se preguntan por qué es tan neurótica. Vive atormentada de culpa y la mejor demostración es que, junto con Nueva York, es la megalópolis con mayor cantidad de psicoanalistas per cápita del planeta. Hay 111 profesionales por cada 100 mil habitantes.

Los entendidos, no solo los psicólogos, sino también los sociólogos, sostienen que el porteño es arrogante y frívolo, además de orgulloso, porque se desvive para ocultar su verdadera identidad. Por eso aquello del cuento que “el mejor negocio es comprar un argentino por lo que vale y venderlo por lo que dice que vale”.

Encima, ven a nuestros connacionales del puerto como discriminatorios, sobre todo cuando viajan al exterior, porque desprecian a los vecinos de América Latina por su sangre indígena y su aspecto mestizo.

Ortega, nuestro analista

El autor de “La rebelión de las masas”, el filósofo José Ortega y Gasset, vivió varios años entre nosotros y se dedicó a estudiar el perfil de los argentinos. Y fue lapidario: “Acaso lo esencial de la vida argentina es ser promesa”. Y lo dijo hace ochenta años.

Sostenía que una buena parte de los hombres no tiene más vida interior que la de sus palabras y sus sentimientos se reducen a una existencia oral. Sobre los argentinos sostuvo: “Son hombres a la defensiva. Esta actitud obliga al argentino a no vivir. El europeo se extraña de que el gesto del argentino carezca de fluidez y le sobre empaque. Es narcisista y guarango, nada puede hacerle tanto daño a la Argentina como alabarla”.

Para muchos, Ortega fue el profeta de nuestra decadencia. En 1939, en una conferencia que pronunció en la Universidad Nacional de La Plata, hizo referencia a la añoranza de la vida criolla y dejó en claro que “ustedes tienen que dejarse de cuestiones previas personales, de suspicacias, de narcisismos. Abran el pecho a las cosas, a ocuparse y preocuparse de ellas directamente, en vez de vivir a la defensiva, de tener trabadas y paralizadas sus potencias espirituales”. Y agregó una sentencia que desde entonces se repitió una y mil veces: “Argentinos, a las cosas”.

Una vez, de visita en las Pirámides del Sol y la Luna, ruinas aztecas situadas a 60 kilómetros de México DF, el guía nos dijo al grupo: “Tienen 20 minutos para escalarlas y volver”. El que esto escribe reclamó de inmediato sosteniendo que era muy poco tiempo, ante lo cual el agente turístico me dijo: “¿Pero por qué no empieza a subir en lugar de rezongar? Seguro que usted es argentino, que siempre creen que se las saben todas”.

En el mismo viaje, en la estación de ómnibus de Cuernavaca, patrimonio cultural de la humanidad, donde vive la mayor parte del tiempo Gabriel García Márquez, yo no ascendía al colectivo esperando que mi valija fuera ubicada en el depósito. Mientras tanto, el conductor me observaba, y cuando ya no pudo más me dijo: “Seguro que usted es argentino y desconfía de que su equipaje quede a propósito aquí”.

Santiago Cantón, bonaerense, hombre clave en la dirección de la OEA, dice: “La actitud altiva del porteño molesta. Buenos Aires no es europea sino una mezcla con América Latina. Que algunos se sientan más europeos es otra cuestión. Por eso, nos dicen arrogantes”.

Por esa confusión a muchos nos molesta cuando estamos fuera del país y nos dicen: “Jesús fue tan humilde que nació en Belén, pudiéndolo haber hecho en Buenos Aires”.

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