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Sabado, 21 de mayo de 2011 22:05
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El 8 de octubre de 2003 se cometió uno de los robos más trascendentales del patrimonio arqueológico y artístico que sufrió Salta. Ese día, del Museo Histórico del Norte, en el Cabildo, desapareció una de las piezas más extrañas de la arqueología argentina: el último “Suplicante”.

A pesar de que se consideraba la pieza arqueológica más importante del museo, únicamente estaba protegida por una vitrina de vidrio. Aunque en ese momento había cámaras cubriendo la muestra permanente “Orígenes de nuestra historia” y la presencia constante de vigilantes, ninguna pista pudo conducir el hilo de la investigación.

Al ser el Museo Histórico una repartición de carácter nacional, intervinieron en ese momento especialistas de la Policía Federal, Gendarmería, e incluso se dio participación a Interpol, ya que seguramente una pieza de las características del “Suplicante” robada, inmediatamente habría ingresado al mercado negro, donde se comercializan las piezas arqueológicas ilegales.

Según todos los especialistas consultados en ese momento, no se podía especular acerca del precio del “Suplicante”, ya que se trata de una pieza única, conocida mundialmente por su singularidad artística y por el misterio de sus orígenes.

Hasta el día anterior, a la hora del cierre al público, el “Suplicante” aún estaba en su caja de vidrio. El robo fue detectado por el personal de maestranza del Cabildo, apenas ingresó, a las 7.30 de ese día. Inmediatamente los responsables del Museo hicieron la denuncia en la Policía Federal y al rato los especialistas de esa fuerza comenzaron con las pesquisas correspondientes por todo el viejo edificio.

Lo único que descubrieron fue un par de huellas digitales que habían quedado impresas en los vidrios. Esto en un principio animó a los investigadores, pero posteriormente, al compararlas con las del personal y cotejarlas con los registros de ladrones especializados en ese tipo de acciones delictivas, las averiguaciones quedaron en nada.

Mercado negro

La obra no era nada fácil de transportar. Se trata de una escultura en piedra de 26 centímetros y de un peso importante. Aun así, ninguno de los cuatro guardias de la sala, que ese día custodiaban la muestra estable, detectaron algún movimiento raro. Tampoco durante la noche de la víspera, horario en que la Policía Federal monta guardia en ese lugar.

“La mayoría de los robos profesionales se hacen para coleccionistas privados internacionales, y los autores saben perfectamente lo que están buscando. Pero también hay personas que se llevan pequeñas cosas de las salas, sin saber el daño que hacen”, dijo en el por entonces director del Museo, Roque Gómez.

En la lista de piezas históricas argentinas buscadas por Interpol en ese momento, el “Suplicante” ocupaba el puesto 364. En esos días las fuerzas aseguraron que se ajustó la vigilancia en los aeropuertos y puestos fronterizos. Pero desde entonces y hasta el momento, nunca más volvió a saberse del “Suplicante”.

Actualmente, en la página web del Museo de la Universidad de La Plata se destaca, de su colección de arqueología argentina, el último de los “Suplicantes” que queda en suelo nacional. Dice: “Destacan las esculturas de bulto en piedra, llamadas "Los Suplicantes'. Piezas de aproximadamente 2.000 años con gran valor por su trabajo en piedra, de las cuales existen dos ejemplares en el mundo, una en este museo y otra en el Museo Británico de Londres”. Para ser más exactos, que existen para el público general. Pero, ¿qué era esa pieza?

Misteriosos orígenes

Se dice que el “Suplicante” robado en el Cabildo fue descubierto en el departamento salteño de San Carlos.

Pertenecía a una serie de piezas descubiertas en distintos sitios del Noroeste Argentino, pero especialmente en Catamarca, y que tienen el mismo motivo: un hombre acuclillado, con el rostro vuelto completamente hacia arriba. El nombre genérico de este grupo de piezas, “Suplicantes”, según el investigador Raffino, fue puesto porque se entendía a la imagen como la de un hombre sumiso, tal como una cultura centralista mira a sus vasallos. Pero hay otras versiones que la relacionan con quienes ejercían, en los pueblos de nuestro antiguo territorio, la observación del cielo y sus ciclos, y su relación con la vida diaria. Cabe señalar que el gesto de volver el rostro completamente hacia el cielo, tal como lo muestran los “Suplicantes”, debido a una característica ósea, es facultad exclusiva del animal humano.

Más allá de su significado, y aunque no hay acuerdo sobre qué representaron los suplicantes en su contexto original, la factura las destaca de cualquier otra pieza o serie conocida en nuestro continente. La capacidad de transmisión emocional, no a través de lo figurativo sino de la más pura abstracción, permiten echar un vistazo a los grandes artistas de nuestra antigedad, y a su sofisticada y compleja visión del universo.

Según calculaba el investigador Pérez Gollán, se conocen al menos 30 piezas de los Suplicantes. El primero en publicar datos referentes a este tipo de esculturas líticas halladas en el Noa es Ambrosetti en 1899, llamándolos “Illas ” o amuletos. Raffino ubica estas piezas en el llamado Período Formativo, que se extiende de 550 años antes de la era cristiana, al siglo X de nuestra era, época en la que, se calcula, se afianzaba la vida sedentaria en el Noa. Otros investigadores, sin embargo, señalan que es difícil sostener que este tipo de esculturas líticas son características del Formativo porque se carece de fechados ni asociación estilística definida para ninguna pieza.

El criterio que siempre prima para asociar los Suplicantes a la cultura Alamito, llamada como el pueblo catamarqueño porque en la antigedad se desarrolló en esa zona, es debido a que la mayoría de las piezas fueron descubiertas en esa región geográfica.

Pero el investigador Daniel González, en su trabajo “Suplicantes: La imposibilidad de dar respuesta unívoca al fenómeno”, señala que “toda nuestra construcción teórica acerca de la procedencia concreta de estas esculturas pende de los dichos de un poblador que vendió la pieza en menos de 24 horas de haberla hallado, con todo lo que ello implica. ¿Alguien contaría de dónde saca este tipo de piezas si su objetivo es venderlas?”. Por el lado de las técnicas utilizadas para la realización de esculturas en piedra, los Suplicantes poseen más diferencias que similitudes con otras esculturas de piedra de la cultura Alamito. Incluso Núñez Regueiro destaca que, “al contrario que las cabezas de piedra de Alamito, toscamente talladas, sí se hallaban in situ. Los "Suplicantes', por lo general, son esculturas que poseen un cuidadoso pulimento en casi toda la superficie”. De todas maneras, el análisis del conjunto de piezas conocidas dan a Rex González la pauta de que son “simples variantes del mismo tema”.

“Dar una respuesta unívoca al significado de los Suplicantes equivaldría, por ejemplo, a pensar un mismo significado para la Pirámide de Keops, la Pirámide del Sol de Teotihuacán y la Pirámide del Louvre en París; son todas pirámides, pero no las explicaríamos del mismo modo”, dice González en su trabajo.
 

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