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Horroriza a un barrio ?el ogro de la calle Rauch?

Jueves, 14 de julio de 2011 23:44
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“La casa de los perros”, como se conoce la vivienda ubicada en 17 de Junio y Rauch, de Ciudad del Milagro, produjo en los últimos tiempos un sinnúmero de denuncias en la Municipalidad, en Medio Ambiente y en la comisaría de la zona. En todas, diversos vecinos dan la alerta por el estado de abandono de la vivienda y por la basura que acumula el propietario, quien, como si fuera poco, alberga y alimenta diariamente a medio centenar de perros vagabundos y propios.

El Tribuno, haciéndose eco de las diversas quejas, dialogó formalmente con el “ogro de la calle Rauch”, quien se presentó como Francisco Pablo Capasso (63), desocupado, y realizó un singular descargo acerca de la situación que lo tiene enfrentado, desde hace más de tres años, con la totalidad de los vecinos que lo rodean.

“Yo creo que algunas de las quejas acerca del estado de abandono del lugar son razonables; lo que no es cierto es que acumule desperdicios y basura en mi domicilio. Lo que sucede es que estoy desocupado desde hace mucho, sin ningún tipo de ingreso fijo, aunque hace poco logré por medio de la Corte de Justicia que la Municipalidad me otorgara un subsidio de 300 pesos, con el que actualmente sobrevivo. No puedo mantener la propiedad, porque no tengo dinero; no puedo limpiarla, porque una dolencia lumbar me impide realizar esfuerzos físicos. No tengo hijos, esposa ni parientes que me ayuden; solo mis perros con los que comparto mi soledad y la miseria en la que vivo. ¿Qué clase de ogro puede ser un anciano como yo, que se pasa las horas en la calle vigilando que ninguno de mis perros muerda o dañe a las personas?”, se preguntó.

“De mañana -continuó- recorro varios negocios en busca de alimento fresco para los canes y para otros tantos del vecindario que ya se acostumbraron a estar en este lugar.

Estoy esperando una mano de aquellos que tanto me denuncian, estoy esperando un salvataje del Estado, y en esa espera sólo he encontrado el dedo acusador de quienes no comprenden la soledad de un hombre que vive como en las cavernas: sin gas, sin luz, sin agua y sin jubilación. Soy un estorbo para quienes gozan de mejor posición, tal vez.

Pero estoy dispuesto a recibir ayuda. La división de Acción Comunitaria de la comisaría del barrio ya me hizo una propuesta, que acepté: van a limpiar el predio para que los vecinos dejen de quejarse por el mal olor y los ladridos nocturnos. Y, de paso, para que cesen las agresiones que yo recibo a diario de quienes no comprenden el fondo de una cuestión que a mí hace años ya me ha superado”, explicó con resignación el peculiar sujeto.

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