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Pilar Prades Expósito era una moza cuando se fue de su casa. Todavía no había cumplido los 13 cuando levantó sus pocas ropas y marchó hacia Valencia. Había nacido en 1928 en el seno de una familia humilde en Castellón de la Plana, al este de España sobre el mar Mediterráneo.
La joven, analfabeta y de carácter introvertido, después de pasar por varias casas, en 1954 fue empleada, en la capital, por el matrimonio compuesto por Adela Pascual y Enrique Vilanova, comerciantes de buena posición. Pilar se encariñó de manera llamativa de su nueva ama, pero el buen pasar del matrimonio les permitía viajar bastante seguido, al punto que Pilar pasaba gran parte de su tiempo sola en la vivienda. Ese hecho poco a poco la fue afectando y comenzó a fantasear que ella era la dueña de la casa y también ... del señor. Pero la realidad era otra.
Un día, mientras ordenaba las plantas del jardín, se le ocurrió una brillante idea que, pensó, la salvaría para el resto de sus días y la haría feliz: la solución estaba en un frasco con veneno para las hormigas.
Comenzó a suministrarle a su paytrona y rival, en los alimentos que consumía, unas gotas del veneno que había adquirido. Poco a poco, la mujer comenzó a ver deteriorada su salud, tuvo que abandonar su trabajo y gran parte del tiempo estaba en cama al cuidado “amoroso” de Pilar, quien la atendía día y noche, mientras continuaba suministrándole la ponzoña. El médico, desorientado al no ver mejoría y no acertar con el diagnóstico, decidió enviarla al hospital. Pilar incrementó la dosis y su ama murió en el camino. Le diagnosticaron pancreatitis. Enrique, el marido, destruido, abandonó la casa, el negocio y sus amistades y se fue de la ciudad. Pilar no logró su objetivo, de quedarse como la nueva ama de la mansión.
Sola y desprotegida, nuevamente, a través de una amiga, consiguió otra casa en que servir. Así comenzó en el hogar de la pareja compuesta por el médico Manuel Berenguer y Carmen Cid, su esposa. Con su amiga, Aurelia Sanz, comenzaron a salir de paseo, pero en ocasión de conocer a un joven, comenzaron los celos. El apuesto muchacho prefirió a Aurelia, por lo que Pilar comenzó a envenenar a la muchacha a la vez que lo hacía con su nueva patrona. La joven salvó su vida porque fue internada a tiempo. En tanto, Berenguer siempre sospechó que su mujer estaba siendo envenenada. Se contactó con Enrique Vilanova, el viudo patrón de Pilar. Lograron exhumar el cadáver de Adela y confirmaron el envenenamiento con arsénico, la misma sustancia que tenía en su sangre, Carmen y Aurelia. Se confirmó la culpabilidad de Pilar y fue condenada a muerte por la Audiencia Nacional. Su controvertida ejecución se concretó el 19 de mayo de 1959.