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¿Quién era el verdugo que ejecutó a la última española?

Sabado, 13 de agosto de 2011 23:27
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La mañana del 19 de mayo de 1959, Antonio López Sierra sufrió un ataque de nervios justo en el momento en que tenía que realizar su trabajo, o mejor dicho “debido” al trabajo que en ese momento tenía que llevar a cabo y en el que era un hombre experimentado. Es que ya llevaba 16 años en su particular oficio: “verdugo” de la justicia española.

Los nervios eran justamente lo que él tenía de acero, acostumbrado a eliminar enemigos, ya sea como soldado del Ejército Nacional durante la Guerra Civil, matarife, contrabandista, o voluntario de la División Azul, antes de su ingreso al Cuerpo de Verdugos de España. Pero, cuando se encontró con que el reo a liquidar era una mujer, a ese extremeño nacido en Badajoz, de tez trigueña y retacón, se le aflojaron las rodillas.

En medio de gritos y llanto resolvió que no iba a retorcerle el pescuezo a esa dama que la Corte había condenado. Sin embargo, los otros auxiliares de la Justicia lo tranquilizaron con algunos tragos del mejor jerez que encontraron. Cuando Antonio estaba bastante entonado lo llevaron hasta el terrible garrote y le colocaron las manos sobre el enorme tornillo con el que finalmente terminó dándole muerte a la sentenciada, la última mujer en morir bajo el medieval sistema mecánico consistente en apretar el cuello de la víctima con un torniquete metálico.

¿Quién era el verdugo?

Antonio nació en el sur de España, cerca del límite con Portugal, el 16 de junio de 1913, y murió en Madrid en 1986.

Tenía la tez oscura, pelo castaño, de mediana estatura y corpulento, lo que le daba un aspecto retacón. Siempre con un cigarro entre los labios, su rostro se perdía en medio del humo amargo. Después de sus desventuras como soldado en la Guerra Civil española, y de andar en turbios negocios, finalmente ingresó al Cuerpo de Verdugos del régimen franquista.

Su primera víctima fue Ramón Oliva Márquez (22), quien había sido condenado a muerte por robo y homicidio. Por esa ejecución Antonio recibió una paga de 60 pesetas.

El último reo que murió en su garrote fue Salvador Puig Antich, el 2 de marzo de 1974. Fue el verdugo titular en la Audiencia Territorial de Madrid entre los años 1949 y 1975. En la misma ciudad en la que murió en 1986, en el barrio que como una broma del destino, o tal vez no, se llama Malasaña. Finalmente, la pena de muerte se derogó en 1975.

Su amigo de andanzas

Antonio no se movía solo, su amigo incondicional era Vicente López Copete, un año menor que él, algo más alto y también oriundo de Badajoz. De pelo renegrido, siempre de sport y con negras gafas que le cubrían sus ojos torvos. Vicente fue expulsado en 1974 del Cuerpo de Verdugos tras ser condenado por estupro. Ambos se habían integrado al cuerpo de ejecutores, aunque con distintas jurisdicciones a su cargo. A Vicente se le perdió el rastro en los últimos tiempos, pero su ámbito de acción se extendía por la zona nororiental de España (Cataluña, Aragón y Navarra). Su lugar de residencia era la misma donde había nacido, Badajoz, y se trasladaba a cumplir su macabro deber desde donde lo llamaran.

¿Quién fue la condenada?

Quien le produjo la conmoción a Antonio fue una mujer, la última condenada a muerte. Se llamaba Pilar Prades Santamaría y fue condenada por un asesinato consumado y dos intentos.

 

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