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Betty de Alperovich, la mujer que solo quiere cuidar a su marido

Martes, 03 de enero de 2012 20:33
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Betty Rojkés de Alperovich fue elegida el pasado miércoles presidenta provisional del Senado, cargo que la ubicó tercera en la línea de sucesión presidencial. La senadora tucumana, esposa del gobernador José Alperovich, fue votada por sus pares luego de que su nombre fuera bendecido desde la Casa Rosada.
Apenas una horas después de su designación, la también presidenta del Partido Justicialista de su provincia fue consultada por un periodista tucumano acerca de cuáles eran las obligaciones del cargo. “Todavía no puedo informarle nada al respecto. Estoy esperando encontrarme con mis asesores para que ellos me indiquen”, respondió con brutal honestidad. “Lo que pasa es que yo no esperaba esto. Había leído algunos trascendidos periodísticos pero nada en firme”, aclaró. Y confirmó -como si fuera necesario- su lealtad a la presidenta y su proyecto político.
Este “descuido” de Betty revela su precaria formación política. Es que hasta hace no tantos años ella no tenía ninguna intención de participar en política. El responsable de que ella se encuentre hoy donde está es su esposo, el gobernador José Alperovich.
Hijo de un reconocido empresario que construyó una fortuna de la nada, el mandatario decidió incursionar en política en 1995, cuando se postuló para legislador provincial. El patriarca, León Alperovich, y la propia Betty, intentaron convencerlo de lo contrario. Pero él estaba decidido: cansado de ser “el hijo de...”, quería tener un nombre propio.
“Para nosotros ser político era ser deshonesto”, confesó Betty hace poco en una entrevista, en la que recordó aquellos años. Pero la carrera de su esposo resultó un éxito. En poco tiempo pasó de legislador a ministro de Economía provincial, y luego a senador nacional; hasta que en 2003 decidió dar el gran salto y alcanzó la gobernación.
Dicen quienes conocen la intimidad del matrimonio Alperovich que la carrera política de José no hacía feliz a Betty. A sus amigas les comentaba lo molesta que estaba por haber puesto todo su esfuerzo para que su marido se recibiera a duras penas de contador y se hiciera cargo del negocio familiar, para que él estuviera casi siempre ausente del hogar y cerca de las “tentaciones” que ofrecía el cargo.
</SUBTITULO>Para “cuidar” a José
Esa bronca contenida y los infaltables rumores de infidelidades habrían actuado como detonante para que ella demandara un espacio cerca de él, desde el cual poder “controlarlo”. Presionado, el gobernador la incorporó primero a su equipo de trabajo en el área social y, en 2005, la propuso como diputada nacional. Para su sorpresa, ganó en forma contundente. Dos años después, la hizo disputar la presidencia del PJ tucumano y, otra vez, Betty arrasó con las viejas estructuras.
A partir de allí, Betty y José se convirtieron en una dupla imbatible, que ganó todas las elecciones que les tocó enfrentar. Además de ser reelecta presidenta del PJ tucumano, en 2009 fue elegida senadora nacional.
</SUBTITULO>Un pobre desempeño
Su actuación en el Senado está lejos de ser trascendente. Casi no tiene proyectos de ley de su autoría y hasta el año pasado, cuando quiso homenajear a Néstor Kirchner tras su muerte, nunca había hablado en el recinto de sesiones.
Otro frente polémico que ofrece la flamante presidenta provisional del Senado es el económico. Su fortuna personal se multiplicó por tres en los últimos 4 años y trepó a más de 20 millones de pesos, lo que la convierte en la segunda mujer más rica del oficialismo, después de la Presidenta. Ahondar en este tema demandaría varias páginas, pero está claro que lo que faltan son explicaciones.
Pese a la falta de brillo de su accionar político y a los cuestionamientos sobre su patrimonio, Betty y su esposo no paran de acumular poder. La fórmula es simple: apoyo incondicional al Gobierno nacional. Desde ese lugar José sueña con llegar a la Casa Rosada. Ella, en cambio, solo aspira a estar cerca de él, para alejarlo de las tentaciones.
 

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