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Una historia triste que tuvo un final feliz

Domingo, 25 de noviembre de 2012 20:56
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Mientras hace tiempo en la plaza 9 de Julio, hasta que su hijita salga de la escuela, una joven de barrio Castañares rememora algunos tristes pasajes de su vida, que a muy temprana edad la encontraron con la violencia. 

“Yo fui una víctima de la violencia familiar”, dice al comenzar el relato. Se puso de novia a los 15 con un joven que en ese momento tenía 19. Ese año quedó embarazada. No existió para ella la posibilidad de disfrutar de su embarazo porque por esa época él empezó a dar las primeras señales de que era un hombre violento. Le pegaba. Ella quería pensar que pronto se le pasaría ese “mal humor”.
Pasó el tiempo y nació una nena. Dos meses después de la llegada de esa bebé se separaron. La gota que rebasó el vaso fue que le pegó a la nena. Eso ya no era tolerable para ella. “Dije no, no, no y no”, comenta.
La jovencita, ahora mamá, se fue de su casa y volvió a vivir en la de su familia.
Una vez que tomó la decisión se sintió fuerte y se juró jamás dar marcha atrás.
Como pasa en muchos de estos casos, él comenzó a insistir en una reconciliación, a buscarla incansablemente. Juraba que había cambiado y que la quería. Pero un día de tantos de los que la fue a buscar le pegó a su mamá y le quebró la mano. No había cambiado, aunque se cansó de jurarle lo contrario.
Ella volvió a estudiar. El no se daba por vencido y la iba a buscar al colegio. “¡No me dejaba en paz!”, dice la joven, enfática. Pero ella se mantuvo firme. No hubo más oportunidades para él.
La hija de ambos ahora tiene 11 años. Ella pudo rehacer su vida y ahora también es mamá de un bebé de 11 meses. Su exmarido aparece una vez al año, para ver a su hija, con quien tiene una escasa pero buena relación.
La joven volvió a formar una familia. Dice estar feliz de haber tenido el coraje para poner un punto final a una historia triste. Ahora está muy contenta, enamorada de su actual pareja y disfrutando mucho más de ese bebé, al que puede criar en un contexto mejor, más ameno y sano.
Ella, que prefirió preservar su identidad por cuestiones de seguridad, tuvo la inteligencia y la fuerza para decir basta. Antes toleró muchas cosas, muchas humillaciones y malos tratos. Por eso, sin que se lo pidan, quiso aconsejar a otras mujeres, víctimas de la violencia de género y de la violencia familiar: “A quienes están viviendo realidades parecidas a la que me tocó pasar a mí les diría que se alejen de la persona que les hace daño. Que sean valientes. La primera actitud de violencia debería alcanzar para tomar la decisión. Hay mucha gente buena y uno no tiene por qué resignarse a vivir sufriendo”.

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