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Tengo familiares policías, amigos policías y siempre reconocí la importancia de la Policía.
Me dicen algunos: “Siempre pagan justos por pecadores”.
Al parecer, los responsables del orden en el partido Juventud- Central son partidarios del título de esta carta.
En la hinchada del santo (como en otras), no todos son inadaptados, violentos o delincuentes.
Hay mujeres, niños, ancianos, hombres honestos y algunos discapacitados. Que 100 o 200 personas que no son amantes del deporte provoquen la barbarie en el espectáculo, no habilita a los profesionales del orden a evacuar el estadio como si todos fueran responsables, reprimiendo con balas de gomas, palos y escudos a quien se cruce por delante, sean culpables o inocentes.
No lo acepto porque con mis impuestos ayudo a pagar sus sueldos, o con mi entrada, a pagar el adicional para que me den seguridad y no para que sin culpa me avasallen como malviviente o me llamen viejo de m... como tristemente lo sufrí.
Siempre supuse que la jerarquización se da por capacidad, y los que toman las decisiones en los operativos deben saber dónde, cuándo y cómo deben actuar en cada situación de su función. Porque si no la gran mayoría termina sintiendo rechazo a la institución y desprecio por sus integrantes.
Después nos preguntaremos ¿por qué tan poca colaboración para con ellos?
Y en una sociedad dividida entre sus instituciones y habitantes, ya no hay esperanzas.
La injusticia trae resentimiento, y a menudo ánimos de venganza.
Creo que aquellos que hoy integran la fuerza policial deben recuperar el honor y dignidad que alguna vez la coronó.
Pido a Dios una bendición para toda la familia policial.
Ricardo Ramón Orozco
Sacerdote
Ciudad