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Los contrastes de un anuncio trascendental para Argentina

Lunes, 16 de abril de 2012 23:25
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Es de tal magnitud la crisis energética que atraviesa el país que era evidente que continuar como hasta ahora hubiese sido una catástrofe sin precedentes. La expropiación de la mayoría accionaria de YPF, por si sola, no es una medida buena ni mala, sino que dependerá del plan de negocios que se trace y de la efectividad que se tenga ahora en el manejo de la compañía. La nueva conducción estatal deberá tener la responsabilidad de gestión que no tuvo el Gobierno en todo este tiempo para evitar un vaciamiento sideral como el que se produjo en la petrolera, con dividendos extraordinarios y una inversión casi inexistente.

Es sumamente auspicioso que de una vez por todas la Presidenta reconozca con todas las letras la gravedad de la crisis hidrocarburífera que, de no tomarse medidas urgentes, amenaza con profundizarse y seguir desabasteciendo el mercado.

Aún se desconoce si la expropiación de YPF se da en el marco de una novedosa política energética inexistente hasta el momento o si será una decisión netamente centrada en la empresa española. Si bien hay pocas certezas sobre lo que vendrá a partir de ahora, hay algo que es casi una verdad revelada: el proyecto oficial, según todas las estimaciones, no tendría mayores inconvenientes para convertirse en ley tras su paso por el Congreso.

El anuncio de ayer confirma que sí existió un borrador en el Parlamento que hablaba de una expropiación del 50,01 por ciento de las acciones. A la luz de los hechos, todo indica que fue el propio oficialismo quien filtró la información como una especie de globo de ensayo en busca de repercusiones.

Más allá de la nueva ecuación energética que tenga la Argentina desde ahora, sorprendieron sobremanera algunos conceptos de Cristina durante su anuncio en cadena nacional, la misma que canceló el jueves pasado. Que Julio De Vido sea interventor de YPF, siendo quien tuvo a su cargo en los últimos nueve años la deficiente política energética argentina, es al menos curioso. Es como poner al frente de un organismo fundido al máximo responsable de su decadencia. Fue el ministro de Planificación quien había dicho en diciembre de 2010 que, tras llenar de elogios a YPF, Argentina tendría gas por “90 años”. Es evidente que Cristina buscó un respaldo público para el ministro, en momentos en los que su poder político disminuía. También llamó la atención que Cristina no diga una sola palabra sobre las responsabilidades oficiales que permitieron llegar hasta la situación actual, algo parecido a la reacción de la mandataria frente a la tragedia de Once. Según ella mismo admitió ayer, la mayor caída de reservas petroleras se dio en los últimos años, con el matrimonio presidencial en la Casa Rosada.

Tampoco hubo reproches para los directores estatales, que avalaron una y cada una de las decisiones que tomó YPF, incluso la escandalosa gira de dividendos al exterior en detrimento de inversiones estratégicas en el país. Pero, sin lugar a dudas, lo más sorprendente de la alocución presidencial fue el relato sobre el pasado. Cristina, sin sonrojarse, aseguró que el peor error fue “desnacionalizar” el petróleo. Ocurre que, años atrás, el matrimonio Kirchner fue uno de los principales impulsores de la privatización de la compañía, así como de la entrada de Enrique Eskenazi al directorio sin que tenga que poner un solo centavo de su bolsillo.

La Presidenta, mientras todo el país hablaba de la insuficiente cantidad de combustible que había en el mercado, estuvo hace 14 meses felicitando en persona a YPF por el descubrimiento de un yacimiento y reivindicó las supuestas inversiones en Argentina. El dato es llamativo, ya que en ese entonces ya era marcada la disminución de obras estratégicas para ampliar la capacidad petrolera del país. Semejante cambio de postura en tan poco tiempo genera suspicacias en torno a un enfriamiento de la relación de Cristina con Esquenazi, un protegido de su fallecido esposo Néstor Kirchner.

¿Por qué se esperó hasta ahora para hacer el anuncio? Todo indica que la Presidenta no quiso llegar a la cumbre de Cartagena con un conflicto bilateral abierto que pueda empañar su reunión con Barack Obama.

 

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