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En Salta, la segunda productora nacional de gas, YPF no opera un solo bloque hidrocarburífero. Los grandes yacimientos del departamento San Martín, sin embargo, registraron los mayores derrumbes de producción de todo el país. Desde 2006 la provincia tuvo un retroceso del 37% en gas y del 30% en petróleo. En los últimos cinco años, la producción gasífera se desplomó de 19 a 11 millones de metros cúbicos diarios y el horizonte de las reservas, que a comienzos de la década rozaba los 18 años, no llega hoy a 7 años.
¿Qué responsabilidad puede atribuírsele a YPF en este dramático retroceso? Poca o ninguna. Tal como se aprecia en los cuadros elaborados por la Provincia, la producción de gas y petróleo de Salta está prácticamente concentrada en tres grandes yacimientos ubicados en las jurisdicciones municipales de General Mosconi y Aguaray. Se trata de Acambuco, Ramos y Aguarage, cuyas operadoras son Pan American Energy, Pluspetrol y Tecpetrol, respectivamente.
¿Qué puede esperarse que ocurra con las producciones de los grandes bloques gasíferos una vez que YPF sea controlada por la Nación y las provincias? De hecho, los alicaídos bombeos de los citados bloques no repuntarán por obra y gracia de la nueva sociedad anónima mixta de la que tanto se habla por estas horas, sino por las inversiones que Pan American, Pluspetrol y Tecpetrol se decidan a volcar con el precio en boca de los pozos salteños retenido, por decisión del Gobierno nacional, a un valor que es cuatro veces inferior al que se paga en los pozos de Bolivia.
El principal ideólogo de esta intervención no es otro que Julio De Vido, ministro de Planificación e interventor de la compañía a la que el Estado argentino se dispone a expropiar el 51% de las acciones. Con poco menos de la mitad de esa participación estatal, los gobernadores de las provincias productoras esperan incrementar las producciones y mejorar sus languidecientes regalías. Algunos mandatarios hasta se permiten soñar con la recuperación del rifado autoabastecimiento en hidrocarburos en cuatro, cinco o seis años.
Por lo que a Salta respecta, no existen razones válidas para creer que reestatizada YPF hará lo que no quiso, supo o pudo hacer Enarsa. Creada en 2004, la petrolera nacional que debía llenar los vacíos dejados por el menemismo en los noventa, no impulsó un solo proyecto de exploración que ayudara a torcer el rumbo de abandono en que se encuentran caídos los yacimientos de Salta y otras provincias que integran la Organización Federal de Estados Productores de Hidrocarburos. Por el contrario, Enarsa solo fue usada por De Vido para suscribir los contratos de importación que explican el rojo de más de 12.000 millones de dólares anuales que llevó a la presidenta Cristina Kirchner a reconocer la profundidad de la crisis, aunque cargando todas las culpas, propias y ajenas, en la porción de YPF que le toca a Repsol.
La decisión, para bien o para mal, ya está resuelta y sentenciada. Ante esto, y solo para evitar desencantos en la sociedad, cabe aclarar que las regalías de Salta y otras provincias productoras no crecerán con arengas, sino con medidas que garanticen más inversiones y actividad en los abandonados yacimientos del país.
En cuanto a la recuperación del perdido autoabastecimiento en hidrocarburos, corresponde preguntarse si es posible aspirar hoy a ese objetivo, ante los compromisos de importación que suscribió el Estado argentino, con obras multimillonarias de por medio, como en el caso del nuevo gasoducto que bajará desde Bolivia hacia el NEA.