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Nació en Vespucio, en una familia de ypefianos

Miércoles, 09 de mayo de 2012 06:49
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 Sobre el final de la década del 40, el matrimonio bonaerense integrado por Olga y Luis Loiseau se instaló en la lejana población de Campamento Vespucio, al norte de la provincia de Salta.
Joven, la pareja decidió buscar mejores destinos y, como empleado de la entonces pujante petrolera estatal YPF, aceptaron el desafío. Se instalaron en esa localidad caracterizada por la abundancia de trabajo y bienestar. En ese contexto nació Carlos, el 9 de noviembre de 1948. Luego su segundo hermano; el menor, en Buenos Aires.
Similar situación vivió la familia de Walter y Nelly Neil Bühler, padres del reconocido abogado laboralista salteño que lleva el mismo nombre de su papá. El matrimonio viajó desde Buenos Aires al norte junto con sus amigos, los Loiseau. Walter, igual que Luis, era ypefiano. Ambos enfrentaron el desafío de cruzar medio país con la esperanza de progreso. Tuvieron hijos, los vieron crecer los primeros años y, también, juntos decidieron volver a tierras bonaerenses.
 

Cuestión que esos niños vivieron pocos años en suelo salteño. Los padres de Carlos (después Caloi) se afincaron en Lomas de Zamora; los Neil Bühler, en Florencio Varela.
Tal era el grado de amistad de las familias que Luis Loiseau construyó la casa donde los Neil Bühler vivieron durante cinco décadas, vendida hace pocos años. Al parecer, don Luis era, además de ypefiano, maestro mayor de obra, o algo similar.
Los abuelos de ambas familias se visitaron y se frecuentaron siempre, vivieran donde vivieran. Sus hijos no recorrieron caminos de tanta complicidad; lo que más compartieron fueron los juguetes en tierra vespusiana, aunque cada tanto se veían. Crecieron, cada uno se aferró a su profesión y fueron tomando rumbos distintos; les quedó el recuerdo de la infancia compartida. Por eso, la noticia de la muerte de Caloi se siente de modo especial en el seno de la familia Neil Bühler.
 

En El Tribuno
 

Caloi vino varias veces a Salta, cuando ya era un humorista reconocido. Clemente ya era un personaje incorporado a la cultura popular de los argentinos y los papelitos se tiraban en las canchas de fútbol sin retaceos.
El 19 de octubre de 1979, Caloi y Clemente estuvieron en el stand de diario El Tribuno en la cuarta edición de Ferinoa. Como siempre, conversó, saludó, sonrió y compartió comidas y agasajos, aseguran los memoriosos. Sobre todo, habló de fútbol (hincha fanático de River, aunque a Clemente le colocó la azul y oro) y de la vida. En otra oportunidad visitó la Redacción de El Tribuno, y otra vez fue Caloi, el creador talentoso, sencillo y generoso. El mismo que fue hasta el final. Ese que se apuró para asistir al estreno de su última película “Anima Buenos Aires”, pero el destino le cambió el rumbo.

“Fue un gran artista, generoso y mejor tipo”

Guflo (Gustavo Flores), humorista de El Tribuno, se mostró ayer especialmente sensibilizado con la muerte de quien considera un maestro. Y, sobre todo, “un gran tipo, extraordinario, sencillo, generoso, siempre bien dispuesto para la charla y la transmisión de los secretos del dibujo”. Y, si de dibujos se trata, Guflo tiene especial recuerdo de aquel que alguna vez le regaló Caloi, en el que Clemente dice: “Soy de Salta y no hago falta”.
Entre el 30 de marzo y el 1 de abril últimos, compartieron un encuentro de animación en Rosario, Santa Fe, donde presentó su película “Anima Buenos Aires” . Guflo contó que en aquella ocasión “lo vió desmejorado, se notaba que estaba enfermo, pero no quise averiguar nada. Conversamos un rato, con la misma amabilidad y sencillez de siempre. Igual que cada vez que uno lo encontraba en Buenos Aires”. Guflo recordó también cuando con Jarma -humorista de El Tribuno, fallecido hace algunos años-, los recibió en su casa de Buenos Aires. “Nos mostró su taller, hablamos de todo, se interiorizó por nuestros trabajos y en todo momento nos instó a que no bajemos los brazos, que insistamos con nuestras creaciones porque en cualquier momento llegan las mejores oportunidades”, dijo Guflo.
Pero si la muerte de su maestro tomó por sorpresa a Guflo, más le llamó la atención un hecho ocurrido en su casa, cuando Caloi probablemente estaba empezando a partir de este mundo.
“Una vez, hace bastante tiempo, él me regaló un libro sobre el amor, que yo guardé en mi biblioteca y nunca más lo toqué. En la medianoche del lunes, acomodando ese mueble, encontré el libro y ví que no estaba dedicado. Lamenté no haberlo llevado a Rosario para el encuentro para que me lo firmara. Horas después, cuando me enteré de su muerte, asocié los hechos y no pude menos que sorprenderme por la coincidencia”, contó el dibujante salteño.



 

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