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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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?La poesía no es un arrebato, es una trinchera muy seria?

Sabado, 16 de junio de 2012 20:54
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Leopoldo “Teuco” Castilla confiesa que de chico era “un bandolero bastante entrenado”. Entre sus “delitos” figuraba la osadía de hacerse “la yuta” de la Escuela Zorrilla en tiempos en los que los guardapolvos se usaban almidonados. Pero no faltaba para irse de parranda. Sigiloso, doblaba en alguna esquina que lo alejaba del aula para ir a una biblioteca a leer. Los libros que tenía en casa -porque los había, y en cantidad- no le alcanzaban. Elegía leer historias de aventuras. No le costaba ponerse en los zapatos despegados de Tom Sawyer o Huckleberry Finn. O subirse al barco que alejaba a Sandokan de alguna costa poco amigable. Amó a esos personajes y se apropió de esas historias hasta convertirlas en una filosofía de vida. Hoy, rondando los 65 años, el Teuco Castilla sigue haciendo de sus días una concatenación de llegadas y partidas. “Yo no soy turista, soy aventurero”, aclara. Y sobre la poesía que va naciendo en el camino, agrega: “No viajo para escribir, sino que voy escribiendo lo que voy viviendo. Escribo tanto de sentado como andando”.
 

Este escritor salteño, hijo del inolvidable Manuel J. Castilla, recientemente homenajeado en Salta con la Pluma de Plata que entrega el Círculo Médico a autores destacados de la provincia, asegura que, a pesar de que su vida es una permanente partida, de Salta nunca se ha ido. “Ando por ahí, pero Salta es mi lugar. A Salta se la lleva con uno”, afirma con esa voz carrasposa que lo caracteriza.
La poesía de Castilla es tan rica y frondosa como los árboles que seguramente él vio a lo largo de mil caminos. Aunque no ha elegido pintar particularmente su aldea sino las aldeas de los rincones más inhóspitos del planeta, el Teuco consigue en sus obras captar algunas de esas respuestas que el universo a veces les dicta a los buenos poetas. Percibir el mundo con esa claridad que lleva al lector a pensar: “A eso lo hubiera querido decir yo”. Y en esto, un escritor también se vuelve universal.

¿Qué sentís cada vez que te reencontrás con la gente de Salta? Porque estás viviendo últimamente en Buenos Aires, ¿verdad?

Yo vivo en Salta desde siempre y no me he movido nunca de acá. Ando por ahí, pero Salta es mi lugar. A Salta se la lleva con uno. A Salta no se la deja ni Salta te deja a vos. Ahora estoy haciendo campamento en Buenos Aires. Me ha tocado en otras épocas hacerlo en Madrid, por otras razones. Pero esos son campamentos nomás. Los salteños no nos vamos nunca.

¿Qué creés que le interesa a la gente de vos como escritor?

Mirá, yo creo que si tienen buen criterio no les debería interesar absolutamente nada. Tengo gente que me quiere mucho y que suele soportar lo que yo escribo con estoicismo y generosidad. No sé bien qué le pasa al resto de la gente. Lo que sí quiero y espero es ser muy fiel conmigo mismo. Lograr que lo que hago sea algo digno. Hay mucha buena poesía, muchos grandes escritores. Yo soy uno más, y de los más chiquitos.
 

“La poesía no es un arrebato, es una trinchera para defender la justicia, la armonía del hombre con la naturaleza...”.
Era un poco absurdo de chico, porque a veces me hacía la yuta del colegio para ir a la biblioteca a leer”.
 

No cargo con el pasado porque es un lastre. En cambio el presente y el futuro son puro entusiasmo”.

Cómo empezó tu trayectoria como lector?

Leía de changuito. Me gustaba mucho. Era un poco absurdo porque a veces me hacía la yuta del colegio para ir a la biblioteca a leer. Era un bandolero bastante entrenado. Me gustaba la vida de sinvergüenza que tenía de niño. Supongo que en esto tiene que ver el hecho de que nací en una casa rodeado de libros.

En esto de no ver en los libros objetos relacionados con la obligación, sino con el placer, ¿tuvo que ver tu papá?

Sí, por supuesto. Mi madre también era una gran lectora. Me he criado en una casa donde me decían “los libros no muerden, agarralos”. Entré sin dificultad. Nunca me costó entrar a la lectura. Leía Tom Sawyer, Huckleberry Finn, Sandokan... todos libros de aventura. De ahí me quedaron las ganas de ser aventurero. Y de esos libros también me quedaron las ganas de seguir leyendo.

Y de escribir? ¿Cuándo nacieron las ganas de escribir?

Eso fue un aciago día para la literatura del mundo. Me acuerdo exactamente la fecha: 15 de diciembre de 1961. Yo era changuito, tenía 14 años. Ahora veo el poema que escribí entonces, “El árbol caído”, una cosa absolutamente espantosa, casi tan espantosa como lo que escribo ahora. Está todo subrayado, como los cuadernos de la escuela. Parecía un deber el poema. Desde entonces pasaron 51 años. Llevo ese tiempo escribiendo sin parar.

¿Cuándo comenzaste a mostrar lo que escribías? ¿Tu papá fue tu primer lector?

Mi padre no me dijo nada de mis poemas hasta mi tercer libro. Me enseñaba mucho, pero no me decía nada directamente. Hasta que fue evidente que yo había tomado en serio el asunto de la poesía y que no era ni imitación, ni pose ni nada de eso que hubiera sido despreciable para él... y para mí.

El Teuco Castilla tiene una reconocida trayectoria como poeta y narrador. Es autor de libros como “La lámpara en la lluvia”, “Generación terrestre”, “Teorema natural”, “Nunca” y “Libro de Egipto”. Además escribió varios textos en prosa y recibió premios nacionales e internacionales. Sus poemas fueron traducidos a 6 idiomas.

Qué lugar ocupa el inconformismo en tu poesía?

Yo creo que la poesía no es un arrebato lírico, es una trinchera muy seria. Lo ha sido a lo largo de los siglos. Es un frente de valores que se levanta para defender la justicia, la armonía del hombre con la naturaleza y el universo; donde se hacen trabajar todas las dimensiones; donde se manifiestan las cosas más cálidas y bondadosas. Es un horizonte de valores al cual debe aspirar la política y toda la civilización.

Vos viajás mucho para escribir. ¿Necesitás ese cambio permanente de geografía como incentivo?

En realidad, viajo para tener aventuras. Yo no soy turista, soy aventurero. Y no viajo para escribir, sino que voy escribiendo lo que voy viviendo. Escribo tanto de sentado como andando.

Su último viaje fue a Las Antillas. Actualmente está escribiendo unas crónicas sobre Venezuela. También está preparando un tríptico inspirado en Asia. Acaba de publicar “Coirón”, un libro de poemas a la Patagonia, y dentro de un mes verá la luz otro texto, alumbrado a la sombra verde de la Amazonia, una región que el Teuco ha recorrido casi de punta a punta.

¿Te sentís un privilegiado por haber logrado hacer lo que querías de chico, es decir, ser un aventurero?

A mí me encanta mi vida. He pasado momentos feos, pero la repetiría enterita. Es más, insistiría en todo.

¿No te arrepentís de nada?

Mirá lo que son las contradicciones: de lo único que me arrepiento es de no haber podido estar en un sitio fijo. ¿Has visto esa gente tan linda que crece junto con el árbol...? Bueno, no ha podido ser... pero he visto muchos árboles.

¿Sos nostálgico, te aferrás mucho al pasado?

No. No cargo con el pasado bajo ningún punto de vista, porque eso no te hace libre. Hay una copla que dice: “Al que carga su pasado, la vida lo desmerece. Igual que la media luna, lo que alumbró, lo oscurece”. El pasado es un lastre. En cambio el presente y el futuro son puro entusiasmo.

Te fuiste de Salta en la época de la dictadura militar. ¿Por qué?

A que los señores de las fuerzas armadas sacaron un decreto acusándome de actividades subversivas. Y porque me han amenazado, porque me han tiroteado el auto, porque mandaron a averiguar a qué escuela iban mis hijos, porque me han metido preso... He podido salir antes de que me vaya a buscar el ejército. Por todo eso me he ido. Para no poner en riesgo a mi familia. Eramos muchos y no tenía un peso. Me tuve que escapar yo solo.

¿Sentís rencor por esa etapa que te tocó vivir?

Yo no guardo rencor. Es un lujo que no les pienso dar a estos asesinos. Lo que guardo es desprecio y memoria. La memoria la guardo no como resentimiento, sino como antesala de justicia. Porque la justicia debe actuar para cualquiera. Lo que hicieron en aquella época es un horror y hay que pagarlo. Esto no tiene otra ideología que la claridad humana.
 

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