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“Todos sabían y no hicieron nada. No tendría que haberlos enviado de vuelta a clases, pero me aseguraron que nunca más los iban a discriminar”. Miriam Domínguez arrastra esa culpa lejos del pago. Se mudó a Santa Fe porque su marido trabaja en el mercado central de Buenos Aires y la distancia separaba a su familia, además de ser un gran gasto para la economía del hogar. Se fue al pequeño pueblo de Fighiera, a 30 kilómetros de Rosario, donde viven su madre y una hermana. A poco más de dos años jura que volvería a Salta si tuviera la oportunidad y dice que está pasando por un calvario por ser salteña. Su historia llegó a los medios nacionales después de que le extirparan un testículo a su hijo de 11 años, producto de una golpiza de sus compañeros de escuela. “Le pegaron por ser de Salta”, cuenta entre lágrimas.
El 16 de mayo su hijo llegó de la escuela “retorcido de dolor”. Le habían pegado una patada en la entrepierna que lo dejó arrodillado, sin aire. A pesar de eso volvió a clases, porque ya muchas veces le habían pegado y muchas veces había denunciado el maltrato a sus maestras. Al día siguiente le tuvieron que extirpar un testículo. “Fue golpeado en un juego terrible que nadie controló”, dice Miriam, en medio de su llanto. “Me lo imagino después de la patada que lo dejó arrodillado y encima tuvo que volver a clases”, explica angustiada la oranense, que trabaja en la comuna santafesina como policía de tránsito. Esta semana escuchó por la radio cómo criticaban a la máxima autoridad del pueblo por darle trabajo a “alguien de afuera”. Así son los días para esta familia salteña.
“Mi hijo está en casa, con tratamiento psicológico y con mucho miedo de volver a la escuela. Ya no quiere seguir estudiando ahí. Tiene el alta médica y tendría que ir, pero no quiere. Estos días que estuvo en casa tendrían que haber venido las maestras a darle clases particulares para que no pierda el año, pero nunca vinieron. Las autoridades escolares se están portando muy mal. Están en contra nuestro y dicen que todo es mentira y que nadie golpeó a mi hijo”, afirma indignada.
“Vino de la escuela pálido, con unos dolores terribles, tiritaba de sufrimiento. Cuando lo vieron en el centro de salud del pueblo en el acto llamaron a Rosario para pedir su internación urgente. Hay que decir que el equipo de médicos estuvo excelente. Tengo mucho dolor porque él en su inocencia no comprende lo que le sucedió. Piensa que comiendo huevo duro le va a volver a crecer el testículo. Cuando le duele mucho piensa que es porque su testículo está triste porque le han sacado el otro”, relata conmovida.
“Esta no fue la primera vez. Un día lo golpearon y lo dejaron en el piso. Quedó retorcido de dolor. Se cansó de decirle a su maestra lo que le hacían. Algunas maestras le llevaban el apunte y retaban a los alumnos que lo molestaban, pero otras maestras lo mandaban a callarse y le reprochaban que era el único que tenía problemas”, dice. Por eso, lo que más indigna a esta madre salteña es que, a su entender, lo que pasó se podría haber evitado.
“Desde el año pasado que vengo haciendo denuncias sobre los malos tratos que recibían él y su hermana. Hice una denuncia en octubre último, en el Ministerio de Educación. En ese entonces, una supervisora me aseguró que no se iba a volver a repetir”, asegura. “Mandá a tu hijo a la escuela tranquila porque no le va a pasar nada. Nosotros vamos a controlar, a hablar con los chicos para que no los discriminen. También habrá un gabinete psicológico para ese grupo de alumnos y las maestras”, le había dicho la asistente. “Pero después de la denuncia nadie hizo nada y los golpes siguieron. Hasta el día de hoy, después de lo que pasó, no vino nadie del Ministerio”, asegura Miriam.
“Pero todo comenzó antes de las denuncias, cuando nos vinimos a vivir acá. Desde que comenzaron las clases, a la semana empezaron los actos de discriminación”, dice Miriam, quien recuerda con dolor cuando sus hijos le contaban que en los pizarrones escribían: “Salteño muerto de hambre volvete a tus pagos”. La hermana del chico maltratado también sufría discriminaciones constantes en esa escuela por ser de Salta. “Le pegaron, la insultaron y la maltrataron. Por suerte empezó la secundaria y cambió de colegio”. Miriam recuerda que “por ser morochita” le decían “cara de india” o la llamaban despectivamente “bolita”.
Pero en Salta todo era diferente. “Mis hijos tenían excelentes calificaciones, eran alumnos sobresalientes; incluso cuando se fueron, hasta los maestros y los directivos lloraron al despedirlos. Hasta el día de hoy les llegan cartitas de sus compañeros de Salta”, cuenta Miriam.
Piensa que se podría haber evitado lo que pasó?
La supervisora me prometió que todo iba a estar bien. Yo no tendría que haberlos enviado de vuelta a clases, pero es la única escuela que tenemos y si no tendría que ir a otro pueblo. Yo creí en ellos, porque me aseguraron el bienestar de mi hijo y entonces los obligué a ir a la escuela. Pero todos los días los chicos volvían llorando, diciendo que se querían volver a Salta. Yo les decía que se defiendan, pero ellos no son de pelear. Los de Salta somos tranquilos, gente buena.
¿Cómo se portaron las autoridades de la escuela después de lo sucedido?
Muy mal. Mi hermana tuvo que cambiar de la misma escuela a mi sobrina esta semana, porque después de lo que pasó fue muy maltratada. Nos acusaban de ensuciar el nombre de la escuela y del pueblo. Mi sobrina, que está en cuarto grado, tenía que soportar eso. Cuando mi hermana le pidió explicaciones a la supervisora de la escuela, ésta le dijo que haga lo que quiera y que si quería sacar a su hija, para la escuela iba a ser lo mejor, porque se evitaban muchos problemas. Mi hermana pidió el pase y se lo dieron en el acto, sin ninguna demora.
Otro caso en Cafayate
Un nuevo caso de violencia escolar sucedió en los Valles Calchaquíes, esta vez en Cafayate. Una niña de 13 años fue agredida por otras tres de 13, 15 y 16 años a la salida de la Escuela de Educación Técnica 3.155. Y eso no fue todo: el ataque fue filmado con un teléfono celular.
El hecho sucedió el jueves, cerca de las 17.20, pero se conoció ayer. La reconstrucción del ataque permite establecer que la emboscada estaba bien pensada. Sin mediar palabras las nenas de 13 y 16 años comenzaron a golpear salvajemente a su víctima; la de 15 filmaba con su teléfono móvil. La nena fue hospitalizada en Cafayate y los médicos diagnosticaron hematoma en la raíz de la nariz, con inflamación del codo derecho equimosis y hematoma en mucosa interna de la labio superior e inferior por objeto contundente hematoma parietal y herida en cuero cabelludo”. A pesar de la violencia que soportó, obtuvo el alta el mismo día.
La madre de la víctima es una enfermera que radicó la denuncia en la única comisaría que hay en Cafayate, la misma tarde del jueves.