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Primero fue Marcos Navarro el que advirtió que inhibirá a Gimnasia y Tiro en caso de no cobrar lo que le corresponde. Luego, Juan Carlos Cartello encendió la mecha, al considerar que le faltaron el respeto en el albo. Pero el que terminó de hacer explotar la dinamita fue Miguel Monay, el futbolista que tiene contrato hasta el 30 de junio en el millonario y que denunció el incumplimiento de la dirigencia. Pero el volante fue más allá y descargó toda su bronca contra el órgano fiduciario y la subcomisión de fútbol, al confesarle a El Tribuno todo lo que hasta ayer callaba, intimidades acerca del infierno que le tocó vivir, simplemente, por reclamar una deuda. “Recurrí a Agremiados porque no recibí respuestas y sí malos tratos y amenazas constantes. Me tuve que bancar un montón de cosas, pero hoy exploté. Un día estaba mirando un partido del Anual (Gimnasia vs. Pellegrini) y un grupo de hinchas, mandados por los dirigentes, vinieron a apretarme y a tratarme de ladrón, cuando ellos no saben que reclamo lo que me corresponde y que lo que menos quise fue tomar esta determinación de inhibir al club. Siempre fui buena leche y me voy dolido. En ningún club me pasó esto de estar renegando y llegar a las últimas consecuencias para que me paguen. Me duele que se esté manchando a un club grande como Gimnasia. Todo por un puñado de dirigentes mala leche”, se despachó con dureza Monay, quien luego ventiló más detalles sobre la persecución que sufrió por reclamar su parte.
“Cuando pedí referencias del club, me dijeron que se trabajaba con seriedad, pero me encontré con otra realidad, con gente llena de soberbia que le hace daño al club. Siempre tuve la mejor predisposición para arreglar las cosas, pero la dignidad no se negocia. Lo que me hicieron pasar no tiene nombre y voy a llegar hasta las últimas consecuencias. A Gimnasia le estoy agradecido, a su gente; pasé un año lindo por ellos, pero hoy queda pegado y mal parado un club grande por esta gente”, volvió a machacar el mediocampista, quien luego lanzó una dura acusación, puntualmente hacia uno de los miembros de la subcomisión de fútbol. “En un momento de la negociación se pusieron como locos. Me llamó Raúl López y me dijo, en malos términos, que me mande a mudar, que me iba a cortar la comida, me echó del departamento donde vivía, me gritó y me faltó el respeto con prepotencia, cuando yo todavía tenía contrato por cumplir. Me aguanté muchas cosas. Un día, los del órgano fiduciario me pidieron a mí y a otros jugadores que firmáramos el recibo de un aguinaldo que nunca habíamos cobrado, porque ellos se tenían que salvar. Una vergenza. Yo no tenía problemas en resignar esa plata, pero hasta ese favor les hicimos”, concluyó con dureza Monay, para rematar contundente: “Estas situaciones de mierda son las que a veces me hacen dar ganas de dejar todo; pero hay que salir adelante”.