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En su libro “San Bernardo de Salta, Ermita, Hospital y Monasterio”, el historiador Miguel Angel Vergara dice: “Aún está esa entrada bella y solemne en su estilo, que don Isidoro Fernández -sin duda- hizo clausurar porque no convenía a los intereses del Monasterio.
Al efecto, construyó otra, una decena de metros hacia el oeste. Es la que hoy admiran todos, constituida por el hermoso Portalón tallado en cedro y que fuera de la familia Cámara”.
¿Cómo hizo el cura Isidoro Fernández para salvar esa joya de madera? Se ignora; solo se sabe que perteneció a la casona de los Cámara, edificio que para 1846 debe haber estado tan en ruinas como el hospital que Fernández pretendía (San Andrés), y que estaba abandonado desde 1821.
Es de imaginar que el sacerdote se la mingó vaya a saber a quién para colocarla después en la portería de su futuro monasterio.
Y a decir verdad, gracias a esa ingeniosa solución, es que el Portal todavía está ahí, casi intacto pese a los 250 años que tiene.
“El portalón -continua Vergara-, revela claramente la fecha de su construcción, pues a su derecha está en talla el "Año 1762'.
Hacia la izquierda hay otro medallón donde se puede leer el nombre del propietario, en abreviatura como por aquel entonces se estilaba: DON PEDRO BALENTIN DE LA CAMARA”.
El padre Fernández
Cuentan que el cura Isidoro Fernández era muy joven cuando tuvo la idea de fundar un monasterio de monjas.
El había observado que la antigua ermita de San Bernardo y el antiguo Hospital de San Andrés, se encontraban en estado ruinoso. Y allí, en medio de esas ruinas, él quería levantar el monasterio de las hijas de Santa Teresa.
En junio de 1844, don Isidoro elevó una solicitud al gobernador de Salta, Manuel Antonio Saravia: “He concebido el proyecto de establecer un Monasterio de Santa Teresa de Jesús y también una casa de ejercicios.
Para este fin le suplico se sirva concederme, de acuerdo con el Gobernador Eclesiástico, la Iglesia de San Bernardo con todos los útiles, paramentos, edificio del viejo hospital y terrenos adyacentes”.
El 12 de octubre de 1844, por decreto, el gobernador Saravia concedió el predio al sacerdote y, de inmediato, este se abocó a refaccionar el ruinoso edificio y dejarlo en condiciones. Uno de los cambios que hizo fue tapiar el anterior ingreso del viejo hospital y abrir otro sobre el mismo muro pero más hacia el oeste. En la nueva abertura colocó el portal extraído de la casona de don Pedro Balentín de la Cámara, edificio que por entonces tendría, por lo menos, tantos años como su portal, es decir 118 años.
Monjas cordobesas
Un año después, cuando finalizaron los trabajos de remodelación y refacción, y se instaló un aljibe en la parte exterior, don Isidoro viajó a Córdoba en noviembre de 1845 para traer religiosas carmelitas. Por sus gestiones, el Gobernador Eclesiástico de Córdoba eligió a tres religiosas para que vinieran a Salta a fundar el monasterio. Fueron Josefa Catalina de Santo Domingo (Madre Superiora), y las hermanas María Ignacia del Corazón de Jesús y Antonia Luisa de Santa Teresa.
El 21 de mayo de 1846, las religiosas arribaron a Salta en “un rodado en el que vinieron con todo decoro y comodidad, las tres solas, acompañadas de la niña montevideana Peregrina Molina, más dos criadas para acompañar y servir”.
Autorización papal
La instalación canónica del monasterio fue algo que preocupó mucho a Fernández. Y pese a que contó con apoyo del clero local, lo mismo se empeñó en conseguir la venia de la Santa Sede. Y así fue que, cuando las monjas de Córdoba llegaron a Salta, la autorización pontificia del Papa Gregorio XVI, ya estaba en poder del pertinaz sacerdote.
Nuevo Carmelo
El 16 de julio de 1846, el Vicario Capitular de Salta, Dr. Marina dio a conocer el documento que decía: “Mandamos instituir, según derecho, desde hoy y para siempre, en esta ciudad de Salta, el Monasterio del Carmen Descalzas, que se llamará con el título de “Nuevo Carmelo de San Bernardo”.
Finalmente, el 19 de julio de 1846 (hace 166 años), en un acto muy emotivo, las monjas cordobesas cerraron definitivamente la puerta de clausura del Monasterio. A la ceremonia asistió muchísima gente, además de las autoridades eclesiásticas, civiles y militares.