¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

Su sesión ha expirado

Iniciar sesión
18°
10 de Julio,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Pace: los derechos humanos torcidos

Sabado, 28 de julio de 2012 20:21
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

En este espacio no faltan oportunidades para recordar aquellos versos de Juan Gelman en los que habla de “funcionarios que no funcionan”. Y es que esta rama de la burocracia, por así decirlo, aparece como una de las más pobladas en nuestro medio.

Y resulta que cuando más delicada e importante es la tarea que deben atender y no atienden, o lo hacen negligentemente, por incapacidad, desidia o indiferencia, más se nota su presencia en el escalafón. Y ese sería el caso de la ministra de Derechos Humanos, María Silvia Pace, una funcionaria que se destaca desde hace mucho tiempo en esta escala descendente de valores.

Muchos sucesos ofensivos de los derechos humanos ocurrieron y ocurren en nuestra provincia sin que la blonda ministra se haya interesado en ellos, ni menos involucrado en resolverlos. Con ella en el puesto, una política de derechos humanos en Salta será siempre un simple anhelo.

Uno de los más lamentables asuntos de esa naturaleza que conmovió en estos días al país, y tuvo resonancia internacional, lo constituyó la tortura de dos muchachos, en el patio interno de la comisaría de General Gemes, por parte de un grupo de policías.

El suplicio fue documentado por imágenes filmadas que fueron subidas a internet. Y la señorita, o señora Pace, permaneció ajena a estos hechos, acaso ocupada, según versiones, en el cuidado de su silueta. En ese mismo patio de la sede policial de Gemes denunciaron los hermanos del narco policía Giménez que fueron torturados. María Silvia Pace ni chistó.

La lista de desatenciones de Pace es larga. Veamos solo unos muy pocos ejemplos. A la salida del boliche Puerto, un jugador de fútbol fue pateado en sus tobillos por un agente de policía. María Silvia Pace no se inmutó.

Un albañil tartagalense denunció por malos tratos y vejámenes a uniformados. María Silvia Pace no abrió la boca.

Varios jóvenes residentes en barrio Castañares denunciaron a policías por apremios ilegales. María Silvia Pace escuchaba música.

Hubo conflictos entre comunidades aborígenes de Tartagal. María Silvia Pace no se enteró.

Ella es así. A más de una semana de los casos de General Gemes, se decidió a hablar de ellos impulsada, se estima, por las críticas generalizadas a su gestión. Ella es así. Dijo, por radio, que ella y su gobierno repudian la actuación de los policías. ­Menos mal! De paso, una joyita de su repertorio: un exfuncionario del gobierno de Juan Carlos Romero, ateniéndose a una verdad histórica, dijo que la tortura existió y existirá siempre, lo que no es una mentira ni una apología del tormento. En todas las épocas y latitudes hubo torturados y torturadores. Y quizá los habrá. Y, por lo tanto, es misión de los funcionarios del área de Derechos Humanos trabajar y luchar para que esa situación desaparezca y crear condiciones sociales y políticas que favorezcan a eventuales víctimas. Pero, ¿qué hizo María Pace? Tomó un micrófono para decir que “no le extrañaba que a un funcionario del gobierno de Romero la parezca natural la tortura”. ­No me diga!

¿Será por esos patéticos deslices y por su falta de compromiso con su función que las organizaciones defensoras de los derechos humanos piden formalmente que renuncie?

No sabemos si renunciará, pero que está en orsai, lo está.

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD