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Mujeres quemadas vivas, el alto precio del ?honor?

Domingo, 12 de agosto de 2012 10:08

Samaira Nazir, británica de origen paquistaní, no murió quemada con ácido como la mayoría de sus compatriotas y tampoco la mató su pareja, expareja o amante despechado, como sucede en nuestras tierras... a ella la asesinaron a puñaladas en un acto de crueldad y frialdad extremas, su hermano y su primo delante de toda su familia y con el aval de ellos... ¿El motivo? Estaba enamorada de un afgano, un hecho inaceptable para sus parientes.

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Samaira Nazir, británica de origen paquistaní, no murió quemada con ácido como la mayoría de sus compatriotas y tampoco la mató su pareja, expareja o amante despechado, como sucede en nuestras tierras... a ella la asesinaron a puñaladas en un acto de crueldad y frialdad extremas, su hermano y su primo delante de toda su familia y con el aval de ellos... ¿El motivo? Estaba enamorada de un afgano, un hecho inaceptable para sus parientes.

Samaira tenía 25 años y un futuro promisorio. Se había graduado en la Thames Valley University y trabaja como consultora en una empresa de empleos. Vivía en Southall, Gran Bretaña. Desde 2000 estaba de novia, con un refugiado afgano, Salman Mohammed. La relación, que ya tenía cinco años, era desconocida por sus familiares porque la joven temía una reacción extrema.

El terror

La tarde del 23 de abril de 2005 Samaira llegó a la casa paterna a comunicarles que, a pesar de una terminante negativa familiar, estaba decidida a casarse con Mohammed. Fue ese el momento en que el padre con un puñal en la mano se abalanzó hacia ella y la amenazó de muerte. La familia le informó que ya tenía un matrimonio arreglado en la tierra de sus ancestros y ella debía honrar ese compromiso. Su hermano, Azhar Nazir (30), la amenazó: “Si te casas con el afgano, a donde quieras que vayas te seguiré y haré justicia”, le dijo. En la vivienda estaban sus padres, su hermano y las dos hijitas de este, de 2 y 4 años, además de su primo, Imran Mohammed, de 17 años.

Después de una acalorada discusión, Azhar Nazir e Imran Mohammed la arrinconaron y la sujetaron de manera que no escapara, mientras comenzaban a aplicarle cuchillazos en el cuerpo ante la mirada impasible de su madre, Irshad Begum. Los gritos desesperados de Samaira llamaron la atención de un vecino que se acercó a preguntar qué ocurría, a lo que el padre contestó que se trataba de un ataque de nervios de su hija. Samaira, completamente ensangrentada y como pudo, corrió hacia la puerta de la vivienda, pero no llegó a abrirla, su hermano la tomó del pelo y la arrastró hasta el interior de la casa donde la ahorcaron con un pañuelo de seda y la degollaron con tres profundos cortes en el cuello. Su cuerpo tenía, además, otras 18 puñaladas. Cuando la policía ingresó a la vivienda encontraron los restos de la joven bañados en sangre. Su hermano, Azhar Nazir, solo expresó, orgulloso de lo que había hecho: “He tenido problemas con mi hermana porque quería casarse con un desconocido y afgano. Solo se permite el matrimonio consensuado por la familia”. Todos quedaron detenidos, pero el padre, que era un hombre de negocios y que también fue culpado, logró huir a su país, donde sus familiares afirman que murió. Los cargos contra la madre, finalmente, cayeron. “Se ha llevado a cabo una sentencia de muerte”, dijo el hermano durante el juicio que lo condenó a prisión perpetua junto a su primo. Durante el juicio afirmaron en reiteradas oportunidades que “Samaira fue asesinada porque ella amaba a la persona equivocada, por lo tanto, esto fue un "crimen de honor'”.

La occidentalización

Según las estadísticas que maneja la Comisión de Derechos Humanos de Pakistán, en 2011 murieron 943 niñas y mujeres asesinadas bajo este concepto; otras 700 se suicidaron y se contabilizaron 4.500 casos de violencia doméstica extrema. Los “crímenes de honor” se han extendido a Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa continental. Y cada vez se hacen más violentos. Sucede que son muchas las familias que emigraron hacia Occidente y los jóvenes, sobre todo las niñas, han comenzado a adquirir las costumbres de otra cultura. Usan celulares, estudian, conocen chicos de otras nacionalidades y, muchas veces, se enamoran. Sus padres, por más que quieran, no logran aislarlas. Por eso deciden aplicar la fuerza y generalmente son ellos los que las matan con la anuencia de toda la familia.

La violencia y la indefensión total

En el continente europeo crece la preocupación por estos crímenes. En Gran Bretaña ocurre lo mismo. “Debemos manejar esta situación con cuidado para no enfrentarnos con la comunidad musulmana”, dicen las autoridades británicas. Sin embargo, la preocupación es cada vez mayor. Alrededor de 20 mujeres mueren cada año en Gran Bretaña en el marco de los “crímenes de honor”; 72 casos hubo en Alemania entre 1996 y 2011; 38, entre 2007 y 2009, en Holanda; en Bélgica, en el mismo período hubo 17 asesinatos. La mayoría de las víctimas son adolescentes, de entre 13 y 25 años, como máximo, Por lo general son emigrantes kurdas, afganas, iraníes, paquistaníes, nigerianas y turcas.

Los crímenes de honor han sido definidos como “actos de venganza, usualmente mortales, cometidos por miembros masculinos de la familia contra miembros femeninos que se creen que han traído deshonra a la familia. Una mujer puede ser atacada por miembros de su familia por diversas razones: rechazar un matrimonio concertado, sufrir una violación, buscar el divorcio de un marido abusivo y ser acusada de cometer adulterio. La mera percepción de que una mujer se comportó de forma que deshonra a su familia puede ser suficiente para provocar un atentado contra su vida”. Muchas veces son violadas dentro del ámbito familiar y luego lapidadas por deshonrar a su estirpe. En tanto, el atacante no sufre castigo alguno. Muchas mujeres buscan refugio en Gran Bretaña creyendo que allí estarán a salvo, pero no ha sido así, hasta ahora.
 

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