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Los enigmas del Libertador

Viernes, 17 de agosto de 2012 01:41
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Estos son algunos de los “enigmas” de José de San Martín que (todavía se dice) nunca fueron develados: “¿Qué fue ese ‘llamado de la Patria’ que sintió en España y lo impulsó a venir?”. “¿Por qué, antes de embarcarse rumbo a América, pasó cuatro meses en Londres?”. “¿Cómo se explica que los comandantes de la escuadra que llevó al Perú fueran todos británicos?” “¿Era San Martín un patriota o un agente inglés?”.
Ante todo, José de San Martín no era argentino; como no lo podía ser nadie que hubiera nacido en estas tierras 32 años antes de la Revolución de Mayo, punto de partida de la nacionalidad. Más aun: San Martín no era siquiera un criollo; no, al menos, culturalmente.
San Martín era español a más no poder. En 1807, cuando Napoleón ocupó casi toda la Península Ibérica, fue uno de los oficiales de la resistencia: integraba el ejército que se esforzaba por expulsar al francés invasor. Ese ejército —concentrado en un sector de Andalucía— era muy débil, y en 1808 pidió ayuda a Inglaterra, que para entonces ya había echado a Napoleón de Portugal.
Un temor dominaba por entonces a ingleses y españoles. El ejército francés controlaba casi todo el territorio español, Fernando VII estaba preso y las Cortes (el gobierno rebelde) estaban confinadas en una isla frente a Cádiz. ¿Qué pasaría si Napoleón resolvía invadir América, donde las colonias españolas habían quedado libradas a su propia suerte? No le sería fácil al francés burlar o derrotar a la Royal Navy en los mares; pero, si la aventura se llevaba a cabo, Francia se convertiría en dueña de Europa continental y América. En ese caso, Inglaterra no tardaría en caer bajo las garras del Gran Corso. España, a su vez, se convertiría en una mera provincia de Francia.
La forma de reducir el peligro era establecer aquí gobiernos autónomos, o fortalecer los ya establecidos.
Algunos parecen creer que, en 1811, Europa era la de hoy en día, San Martín era un turista argentino en España e Inglaterra ya había invadido las Malvinas. Les cuesta explicar, entonces, por qué San Martín fue de España a Londres con pasaporte inglés, pasó (“misteriosamente”) algunos meses en la capital británica, se vinculó a la logia de la calle Grafton Street, y vino al Río de la Plata en la fragata inglesa George Canning con otros diecisiete oficiales.
En este punto surge otro falso enigma: “¿Por qué, si España era su patria, la traicionó apenas llegó a América?”
Las eventuales Provincias Unidas de Sudamérica, con gobierno popular y una alianza estratégica con “la reina de los mares”, alejarían el fantasma napoleónico y consolidarían la unión de Inglaterra y España.
¿Cuál España? Esto es lo que debieron preguntarse, a poco de llegar a América, San Martín y todos los otros españoles, nacidos en estas colonias, que venían a cumplir aquel plan. Luego de expulsado Napoleón de la península (1813), Fernando VII recuperó el trono y... España se dividió en dos. Tanto allá como acá. De un lado, el absolutismo, que en la península se escudaba tras los borbones y en América era representado por los virreyes. Del otro lado, los liberales (o reformistas), que en la península se habían agrupado en “juntas” y en América también.
En la península, el rey restableció la Inquisición, restituyó los señoríos, clausuró todos los periódicos, cerró los ayuntamientos y diputaciones, e inició una feroz persecución de los liberales. Eso provocó una guerra civil, en la cual se sucedieron, hasta 1820, los “pronunciamientos” de esos liberales, agrupados en “sociedades secretas” que aspiraban a restablecer la Constitución de 1812. España no era una sola. Se había desdoblado, y la España dominante era la opresora.
San Martín no traicionó a España: se hizo argentino al mismo tiempo que el virreinato español en el cual había nacido. Se hizo argentino (y un poco chileno, y un poco peruano) a medida que se iban moldeando —con su inestimable ayuda— estas naciones antes inexistentes. Naciones que ahora veían la luz y se abrazaban a los mismos ideales de libertad por los que allá lejos seguían luchando (contra el Rey absolutista) los antiguos, españolísimos, compañeros de armas de San Martín.

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