inicia sesión o regístrate.
Un discípulo preguntó a Confucio qué debía hacer un príncipe para ser un verdadero conductor espiritual de su pueblo y el maestro respondió: “Debe saber ser grande sin hacer sentir pequeños a quienes lo rodean”.
Confucio enseñó en China, cuando la venganza era una herramienta ineludible para cualquier gobernante, y tuvo el valor de decirles que “quien decide andar un camino de venganzas debe cavar dos tumbas”. Quinientos años después, Jesús de Nazaret sorprendió al mundo enseñando con el ejemplo que el líder es un “servidor” y no quien debe ser servido.
Ya a mediados del siglo XVI el gran estadista español Francisco Suárez atemorizaba a los déspotas con la teoría de la desobediencia civil: “Si un gobierno impone odio e injusticia, el pueblo tiene derecho a defenderse y sublevarse contra él”.
En la segunda mitad del siglo XX, Juan Pablo II invitaba a los gobernantes del mundo a dejar de lado las “ideologías” y no pretender ser “profetas” sino “administradores públicos”.
Poco a poco la mayoría de los políticos del mundo entendieron que debían practicar el arte de “administrar el interés público”, sin pretender eternizarse en el poder.
Una minoría no lo entendió: son hoy los países más pobres del Africa subsahariana, los pueblos esclavos del Oriente arábigo, la Cuba de Castro y la Venezuela de Chávez. ¿A qué grupo pertenece la Argentina?
Recientemente, en un acto público en la provincia de Buenos Aires, la Presidenta anunció estar preparando a la Argentina para el retorno a la vida de Eva Perón. Unas horas después, el vicepresidente Boudou calificaba a Cristina como líder espiritual de los argentinos.
Sin dudas, el proyecto de Cristina está más cerca de Castro y Chávez que de Confucio. El que lo concrete (o no) depende de los argentinos. Este es el problema.
El pueblo argentino no termina de reconstruirse y camina herido por los recuerdos de guerras sangrientas y la fragmentación social. Perdió la confianza en sus gobernantes y sus héroes del pasado se desintegran, a la luz de un revisionismo irrefutable en algunos casos (inconsistente en otros).
Hablar de las intimidades matrimoniales de nuestros próceres no conmueve a nadie, pero demostrar que nos llevaron por el camino de nuestra decadencia es un terrible golpe al corazón.
Al advertir que el gobierno federal se roba el dinero de las provincias obligándolas a mendigar con humillación, los provincianos se preguntan si la estrategia de sus caudillos de rendir pleitesía a Buenos Aires fue realmente acertada o si fue mejor la actitud firme e independiente de Artigas, que permitió a Uruguay ser hoy una Nación próspera y libre.
Cuando Cristina asegura que hará resucitar a Eva, no improvisa. Están jugando con la crisis de la sociedad argentina. Si le sumamos que el 75% de las tres generaciones más jóvenes de los argentinos fue educada en un sistema de baja calidad y acosada por dádivas políticas, podríamos decir que el proyecto “Cristina, líder espiritual” es una realidad inminente.
Como si esto fuese poco, Perón dejó de ser un “buen negocio” para el kirchnerismo, porque impide el surgimiento del espíritu de Néstor, en la fantasmal referencia a “él”.
La reacción fue rápida: declararon muerto al general y lo reemplazaron con la figura de Evita. Un cambio fantasmagórico: Néstor-Evita es la fórmula de 2015. La lista podría llamarse “Renovación y Cambio”.
Eso sí: debemos buscar quién administre el Estado, porque si algo le probó Argentina al mundo es que los fantasmas políticos pueden ser muy divertidos, pero no son buenos administradores.