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En el Congreso de la Nación tiene sanción de Diputados el proyecto de ley para asegurar la cobertura de los servicios de fertilización asistida a los afiliados a obras sociales. Se trata de una excelente decisión, por cuanto la infertilidad, cualquiera sea su origen, es un problema de salud que puede ser resuelto gracias a las nuevas tecnologías médicas.
Un tratamiento de fertilización asistida cuesta entre 20 a 30 mil pesos. Sin embargo, es frecuente que los primeros intentos fracasen, por lo cual el costo se multiplica. Sin cobertura social, se trata de un beneficio inaccesible para muchas familias. El alto costo se debe a que requieren materiales descartables y reactivos importados, y tecnologías complejas. El proyecto establece que la medicina prepaga, las obras sociales y la salud pública deben incorporar como prestaciones obligatorias la cobertura integral e interdisciplinaria de los procedimientos aprobados por la Organización Mundial de la Salud, esto es, inducción, estimulación y desencadenamiento de la ovulación e inseminación intrauterina, intracervical o intravaginal, con gametos del esposo, pareja o de un donante. El proyecto garantiza la cobertura del diagnóstico, medicamentos, y terapias de apoyo, sin discriminación por orientación sexual o el estado civil, y elimina límites de edad para la recepción del beneficio. Contempla también la guarda de gametos o tejidos reproductivos para aquellas personas que por razones de salud puedan ver comprometidas su capacidad de procrear en el futuro.
El tema figura también en el proyecto de reforma del Código Civil, exige un abordaje ético y jurídico cuidadoso, especialmente en cuanto a la definición sobre la naturaleza del embrión, y a los derechos de los donantes y de los niños engendrados por donación de gametos. También será responsabilidad del Estado evitar que esta sana decisión se convierta en un mero negocio deshumanizado, riesgos que existen y que son denunciados por voces calificadas. De todos modos, la unanimidad de los legisladores ante el proyecto expresa la razonabilidad de la iniciativa.
No hay razón religiosa que justifique un crimen
La reacción de grupos radicalizados musulmanes por la publicación de una película que consideran sacrílega ya costó más de doce muertos y complica seriamente a los Estados Unidos y al presidente Barack Obama en sus vínculos con el mundo islámico.
El film, de características precarias, es atribuido a un cristiano copto de los Estados Unidos, Nakoula Basseley Nakoula. No se trata de un cineasta ni de un pensador, y sus antecedentes conocidos lo muestran como un pequeño estafador. Sin embargo, la película en cuestión fue subida a Youtube el 11 de setiembre, justo cuando se conmemoraba el ataque contra las Torres Gemelas. La elección de la fecha parece premeditada.
Al mismo tiempo, existen indicios claros de que la movilización popular cargada de violencia fue alentada por Al Qaeda, que exige la retirada de las embajadas norteamericanas de los países islámicos; también se sospecha que los violentos contaron con la tolerancia de las policías de las ciudades donde hubo disturbios.
La manipulación política de la fe religiosa es deleznable. Una vida humana vale más que cualquier fe religiosa y nada justifica matar en nombre de Dios. De los doce muertos, cuatro son diplomáticos estadounidenses y dos son marines. El resto, manifestantes islámicos
El Islam, el cristianismo y el judaísmo son religiones humanistas y pacíficas. Sin embargo, algunos líderes las usan para justificar la guerra.
Hace 23 años, el escritor indio Salman Rushdie fue condenado a muerte por el ayatola Ruhollah Jomeini, el hombre que condujo la revolución iraní. Al religioso le había molestado el contenido de un libro, Versos satánicos, y reprochaba a Rushdie su condición de apóstata. Hace poco, un historietista holandés fue asesinado por motivos parecidos.
Es inadmisible. Los crímenes en nombre de la fe son aberrantes, del mismo modo que es infame la utilización política y militar del fanatismo religioso como factor de provocación.