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El desconcierto generalizado fue el segundo gran protagonista del clásico, por los bochornosos hechos que se suscitaron en el estadio Martearena.
Central Norte quedó atado de manos y pie porque no se pudo llevar a cabo el cometido: buscar su primera victoria en el torneo.
La tarde era propicia para salir del alarmante presente que atraviesa el cuervo, pero el equipo que conduce Hubert Piozzi deberá esperar para demostrar que se puede y para terminar de despejar las dudas en torno de la continuidad del DT.
Piozzi, asombrado por lo ocurrido, comentó: “La tarde estaba muy linda para jugar, había un marco de público importante y pasó lo que pasó. Hay que sacarlo a Central Norte de todo contexto porque no tuvo nada que ver, su gente se mantuvo al margen y alentó al equipo”.
La sorpresa fue doble para el DT cuervo, quien por primera vez en su carrera como técnico experimentó un suceso de esta naturaleza. “Nunca me había pasado. Si es por erradicar la violencia, pienso que el árbitro actuó bien porque así no se podía jugar. Por otro lado, los dos equipos tenían muchas ganas de jugar, estaban predispuestos, pero no sé cómo se podía haber solucionarlo”, consideró Hubert Piozzi.
En tanto, Matías Manzano analizó con dureza la suspensión del clásico.
“Da bronca lo que pasó, es una lástima y una vergenza a la vez porque esas cosas no deberían pasar. No entiendo, la gente que viene y paga la entrada, por ocho inadaptados que se subieron al alambrado, no puede disfrutar del espectáculo”, descargó el enganche azabache contra los hinchas de Juventud”.
El cordobés, más tarde ponderó: “Era el partido para levantar. En la entrada en calor el equipo se mostró con muchas ganas. Tenía y tengo la sensación que el clásico sería muy favorable para nosotros”.
La suspensión no le permitió a Manzano cumplir con uno de sus máximos deseos: jugar con su hermano Ezequiel. “Ya tendremos la oportunidad, ojalá que sea contra este equipo, porque es un clásico muy lindo para jugar”.