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Puricelli y la paradoja de la vergüenza del sin vergüenza

Sabado, 26 de enero de 2013 21:11
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Cuenta la historia que había una vez un joven con futuro promisorio, pero con un extraño y sinuoso camino para ascender en su carrera, un camino de idas y retornos, amores y desamores y, según su última descripción, de vergüenzas y desvergüenzas.

El ministro de Defensa, Arturo Puricelli, ha mostrado convicciones muy flexibles -por no usar otro calificativo de un tono más alto- a la hora de acuerdos políticos para enfrentar disputas electorales y para ocupar cargos en la administración pública, que lo alimenta desde 1973, apenas poco después de recibirse de abogado.

A los 26 años, con el título recién impreso y afiliado al justicialismo, fue nombrado Inspector General del Ministerio de Justicia de Santa Cruz y al año siguiente se convirtió en ministro de Política Social.

Su carrera es más vertiginosa en el período democrático que se inició en 1983. Ese año fue electo gobernador de Santa Cruz, siendo el mandatario provincial más joven de la Argentina al asumir a los 35 años.

Lo llamativo de lo que sigue a partir de 1987, cuando termina su mandato, son las relaciones y cambios de frente que hizo el actual titular de Defensa.

Su rumbo muestra fisuras imposibles de cerrar porque sus extremos están a distintos niveles, grietas muy profundas en los que la lógica y la coherencia no encuentran un punto de sustento.

Puricelli fue candidato a gobernador en 1983, luego de ganar una interna del PJ en la que enfrentó a Néstor Kirchner. Para dar una imagen de apertura y consenso, nombró a su exrival al frente de la Caja de Previsión de la Provincia. Pero los tiempos buenos duraron demasiado poco. En abril del año siguiente el gobernador echó a Kirchner porque éste se negó a transferirle fondos de la Caja a la Provincia, que tenía en rojo sus cuentas.

Tres años después, en la interna entre Antonio Cafiero y Carlos Menem para definir al candidato justicialista a presidente de la Nación, Puricelli apoyó al primero. Para eso convocó, desde su lugar de presidente del PJ provincial, a varios dirigentes, entre ellos Néstor Kirchner. Como muestra la historia reciente, no fue una buena decisión. La derrota fue aplastante: Menem recibió más del 80% de los votos en Santa Cruz, gracias al despliegue que hizo el entonces gobernador Ricardo Del Val.

Puricelli renunció al cargo, reconoció la derrota y aseguró que se iba porque “mis principios no me permiten hacer campaña por Menem. No saldré a pegar un solo cartel”.

En 1989 fue electo diputado nacional y dos años después hizo una intentona por regresar a la gobernación santacruceña. Pero esta vez su rival de 1983 se cobró el pasado: bajo el manto de la ley de lemas, Puricelli y Kirchner fueron candidatos del PJ, Néstor le ganó y los votos que le aportó Arturo le sirvieron para llegar a la gobernación. La era Kirchner empezó, en parte, gracias a los votos del sublema de su enemigo, Puricelli.

A principios de los 90 dio otro giro a su carrera y se pasó al ultramenemismo. Desde su banca en la Cámara Baja nacional fue uno de los siete diputados que apoyaron a Ramón Saadi por pedido de Menem, aunque no pudieron evitar la intervención. Para más, asesoró a la defensa de Guillermo Luque, el hijo del diputado menemista Angel Luque, principal acusado por la muerte de la joven María Soledad Morales.

Los sucesivos gestos de fidelidad le sirvieron para pasar del Congreso al sillón principal de Encotesa, con la premisa de privatizar el Correo Argentino.

Increíble destino haber firmado la privatización de una empresa que en 2003 Néstor Kirchner reestatizó.

Antes de volver al ruedo político santacruceño, Puricelli fue vicepresidente del Orsna, que regula el sistema argentino de aeropuertos.

En su provincia natal, en 1997 fue elegido diputado provincial por el Mofesa, un sector opositor al gobernador Kirchner. He aquí otra rareza: sumó su voto a los del kirchnerismo para facilitarle al mandatario que sacara del país los famosos 535 millones de dólares de regalías.

En 1999 hizo otra intentona por regresar a la gobernación, siendo candidato del frente que formó el Mofesa con la Alianza, que lideraba Fernando de la Rúa.

Este coqueteo con el radicalismo le costó que el gobernador Kirchner, por presión de un enojado Menem, lo expulsara del PJ provincial. Fue acusado de desleal.

Las andanzas políticas del ministro de Defensa lo ubican en 2002 como secretario de Relaciones con las Provincias del gobierno de Duhalde.

Cuando Duhalde eligió a Kirchner para sucederlo, se enojó y dio el portazo. “Mis diferencias con el candidato elegido por el Gobierno (por Kirchner) han sido y son irreconciliables”, escribió en su renuncia.

Pero nada es para siempre. En 2006, el presidente Néstor lo nombró interventor de la Dirección General de Fabricaciones Militares. “El presidente va a tener en mí al más leal, sacrificado e interesado en que la misión se cumpla de la mejor manera posible”, dijo al asumir. Qué cambio, ¿no?

De ese cargo al Ministerio de Defensa, en 2010, fue cuestión de pocos pasos y bien cortitos. Pero el sillón de ministro no es un lugar sencillo. Los vaivenes de esa función se parecen a los movimientos de los barcos que últimamente le provocaron varios dolores de cabeza. El 9 de enero regresó al país, después de 80 días, la fragata Libertad, que estuvo retenida en Ghana por un reclamo de los fondos buitre. Puricelli fue uno de los que facilitó el viaje hacia Africa. Mientras este conflicto se desarrollaba, otro vergonzoso escándalo se le abrió al ministro: la corbeta Espora debió ser retirada del ejercicio militar con otros dos países sudamericanos y Sudáfrica por un desperfecto técnico. Y para completar el cuadro, en la última semana, Puricelli tuvo que informar a Cristina Fernández sobre el hundimiento del emblemático buque de guerra Santísima Trinidad, en la base de Puerto Belgrano.

“Se me cae la cara de vergüenza tener que decirle a la Presidenta que se hundió un buque que estaba amarrado al puerto”. La frase retumbó en todos lados porque se trata de la pérdida por desidia de un destructor misilístico de histórica actuación en la guerra de Malvinas. La vergüenza es un sentimiento por haber cometido una acción deshonrosa y humillante. Es extraño, pero el caso de los tres buques y los avatares de la carrera política de Puricelli parecen compartir rasgos de este sentimiento. Tal vez lo bueno es que el ministro se muestra consciente de eso.

 

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