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La opinión pública nacional aparece conmocionada una vez más por un sangriento caso de violencia de género, en el que los niños resultan víctimas colaterales de una verdadera tragedia social.
El brutal homicidio del jueves pasado en Lincoln, provincia de Buenos Aires, protagonizado por un hombre que asesinó a puñaladas a su mujer y a la hija de esta de 10 años, se suma a una larga lista de hechos tan violentos como desesperantes, ante lo irrebatible de las estadísticas que no dejan lugar a dudas. Los femicidios no cesan en el país y, en esa espiral de crímenes, los niños son protagonistas directos, testigos oculares y hasta víctimas martirizadas por la enajenación: la violencia de género se tornó abarcativa.
Salta es una de las provincias que encabeza la nómina de este tipo de crímenes. En 2011 asesinaron a 15 mujeres y niñas y nuestra provincia se transformó en la que más víctimas fatales tuvo por habitante en todo el país. Desde entonces, nunca bajamos de ese triste podio.
En Lincoln, provincia de Buenos Aires, Miguel Angel López asesinó a puñaladas a su pareja Roxana Bustos y a su hija Evelyn Sarmiento. Un hermano de 14 años escapó y pudo contar la tragedia en primera persona.
Pocos días antes, Norma Ledesma, de la localidad de El Bordo, fue asesinada por su esposa de un disparo a quemarropa, mientras charlaba con su hermana. En octubre, una mujer apareció muerta en el canal de la Esteco. Ese mismo mes, un joven asesinó a su esposa y luego se suicidó. Por esa época, otro muchacho discutió con su mujer y degolló a su hijita, para luego colgarse de un tirante. Los casos se cuentan por decenas.
Un poco más atrás en el tiempo y aún muy recordado, el caso Yapura Alderete conmovió a la sociedad. En agosto de 2004, en el barrio Martín Miguel de Gemes, Alberto Yapura asesinó a puñaladas a su mujer, Roxana Alderete, y a sus dos hijos de 6 y 8 años. Sólo una hermanita pudo escapar de la masacre.
Con este crimen, la provincia de Salta parece haberse quedado en el tiempo en materia de actualización jurídica. La ley 7.403 de violencia familiar, generada a partir del caso Yapura Alderete, no discrimina casos de violencia de género y sólo acciona mecanismos como la exclusión del hogar y la custodia policial para las mujeres denunciantes, sin que se contemple la figura de delito para los denunciados, ya que su accionar no está tipificadao dentro del Código Procesal.
Con este panorama es obvio que la ley provincial de violencia familiar necesita un nuevo marco jurídico que contemple a la violencia de género y que se adapte a la nueva ley nacional contra el femicidio. De esta manera, las estructuras creadas en la Procuración, como la Fiscalía de Género, tendrían razón de ser y aportarían alguna solución al problema.
A fines del año pasado, el Congreso aprobó la ley de femicidio al que definió como “un crimen hacia una mujer cuando el hecho sea perpetrado por un hombre y mediare violencia de género”, e incluye como causales “placer, codicia, odio racial, religioso, de género o a la orientación sexual, identidad de género o su expresión”.
La ley aprobada implica una reforma del Código Penal y dispone que “tendrá pena de reclusión perpetua o prisión perpetua el que matare a su ascendiente, descendiente, cónyuge, excónyuge, o a la persona con quien mantiene o ha mantenido una relación de pareja, mediare o no convivencia”. Nada de esto aparece en la actual legislación provincial.
El Estado no puede permitirse demoras en su aplicación y es necesario que los casos de violencia de género se castiguen con todo el peso que impone la nueva ley en todo el país.
Pero también es absolutamente necesaria una mirada preventiva y no coyuntural del flagelo. A esta hora, el aporte de la sociedad en su conjunto es imprescindible. El alerta social debe partir desde la misma comunidad.
Para el caso de Lincoln, la madre del asesino dijo que su hijo ya había dado muestras sobradas de intento de homicidios, no sólo con su actual pareja sino también con otras anteriores. La familia y los amigos de la víctima tampoco desconocían esta situación.
Tal vez con una visión social un poco más compenetrada en el problema se puedan prevenir muchas tragedias similares.