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Los políticos locales deben tratar en lo posible de no provocar el hartazgo de la política en el pueblo, porque todo lo que excede resulta contraproducente y, sin ninguna duda, tendrá un resultado adverso. No deben confundir tolerancia con ineptitud: el pueblo tal vez peque por tolerante, pero nunca por tonto. Sabemos que cuando va demasiado agua al cantero, este termina rebalsando. Están muy equivocados al creer que en el exceso de propaganda está el triunfo. Yo les podría asegurar que no se triunfa con todos esos panfletos y afiches que tiraron por debajo de las puertas, mas lo que pegaron en palos y paredes. Creyeron así intensificar a su favor la compañía electoral. Lejos de lograr del pueblo mayor apoyo, están logrando mayor rechazo. Deben comprender que el pueblo espera de los políticos un mejor accionar reflejado en buenas obras y no en propagandas estériles y floridas e inaceptables discursos que terminan con promesas incumplidas . También creo conveniente prevenirles que no deben confiar demasiado en las aguas mansas, porque cuando se vuelven turbulentas pueden naufragar hasta los marinos que se creen duchos.