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Al entrar en una operación de altísima complejidad, como la que me tocó vivir hace poco, tuve que despojarme de todas mis pertenencias: mi ropa, mi maquillaje, mis anillos, mi rosario. René Descartes afirma que la sustancia es aquello que existe por sí mismo sin necesidad de otra cosa, y así estaba yo; con mi humanidad efímera, sola, desnuda en mi cuerpo de 68 años esperando un milagro para batallar contra el cáncer de hígado.
Vivo en Salta, mi obra social es PAMI. Cuando me derivaron a la Fundación Favaloro encontré personas sensibles, profesionales extraordinarios y una calidez que me aferró a la vida e hicieron posible que hoy escriba estas humildes palabras de agradecimiento. Destaco al prodigioso doctor Pablo Barros Schelotto y a su equipo, que extrajeron la increíble cantidad de 1,630 kg de mi enfermedad en más de 6 hs. de quirófano. También agradezco a las enfermeras/os, anestesistas, doctores y todo el personal de tan prestigiosa institución.
Quisiera extender mi gratitud a PAMI y a mis doctores de Salta que allanaron el difícil camino que terminó en la derivación a Buenos Aires que permitió el milagro descripto en el párrafo anterior.