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La figura de Escobar Gaviria aún divide a los colombianos

Domingo, 01 de diciembre de 2013 02:06
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A casi veinte años de su muerte, la figura del mítico jefe del Cartel de Medellín Pablo Escobar Gaviria, amado por los antioqueños más pobres y odiado por muchos otros colombianos, es ineludible a la hora de contar la historia contemporánea de Colombia. La república sudamericana trata de salir del lugar internacional en el cual la ubicó el líder narco, ícono de la violencia y del poder desmedido.

Escobar fue un hombre poderoso que se hizo desde abajo en el delito. Robaba autos y trabajaba como matón a sueldo. Comenzó a gestar su imperio como reducidor de objetos robados y con el contrabando en pequeña escala. En poco tiempo se introdujo en el narcotráfico. Comprendió que para crecer necesitaba un paraguas político y que para negociar con el poder tenía que tener una base propia. Necesitaba seguidores y fue a buscarlos.

Medellín es una bella ciudad entre montañas. En esas laderas, a las que ahora llegan el Metrocable y las escaleras eléctricas, estaban los que no tenían nada.

Escobar decidió invertir parte de sus ganancias en beneficios para esa gente, ocupando el rol del Estado ausente. Así, levantó un barrio de 780 viviendas e instaló el agua corriente, edificó escuelas y construyó 50 canchas de fútbol. Miles de beneficiados comenzaron a idolatrarlo y le dieron los votos para ser electo teniente de alcalde del Ayuntamiento de Medellín.

Ya en 1982, fue elegido suplente para la Cámara de Representantes (diputados) del Congreso de la República.

Escobar era ambicioso y no tenía escrúpulos. Paternalista con sus seguidores y temible a la vez, impuso una forma de negociación a la que llamó “la ley plata o plomo”, según la cual funcionarios, policías y militares tenían dos opciones: o aceptaban sobornos para hacer lo que él quisiera o eran asesinados a balazos.

Por esas prácticas, lo expulsaron del Nuevo Liberalismo que lideraba Luis Carlos Gaitán, a quien mandó a asesinar en 1989, cuando era candidato a Presidente. Pero con su base electoral construida con el agradecimiento de unos y el temor de otros, Escobar fue electo senador por el movimiento Alternativa Liberal.

Ya era una figura política influyente. Pero la política y su actividad como narcotraficante a gran escala, con la que amasó una fortuna que llegaría a ser la más grande de Colombia y de las más importantes del mundo, eran incompatibles. La prensa comenzó a develar sus actividades ilícitas y el Congreso le quitó la inmunidad parlamentaria. Pasó de político influyente a delincuente perseguido.

En 1983, la DEA lo rotuló como narcotraficante y EEUU pidió su extradición. El gobierno de Belisario Betancur aceptó el pedido y Escobar, ya en la clandestinidad, le declaró la guerra al Estado colombiano. Entre otras acciones, el “Zar de la droga” ordenó un atentado terrorista contra un avión de Avianca en el que suponía, erróneamente, que viajaba el presidente César Gaviria. La explosión se produjo el 27 de noviembre de 1989 y murieron 107 personas.

Sobre él también pesan acusaciones de haber ordenado los asesinatos de Guillermo Cano, director del diario El Espectador; Rodrigo Lara Bonilla, ministro de Justicia, y Luis Carlos Galán, candidato a presidente en 1989, así como de haber organizado una industria delictiva responsable de miles de muertes en Colombia.

Mientras tanto, la historia mítica que se cuenta de él afirma que solía burlarse de las autoridades manejando un colectivo en pleno centro de Bogotá y que siguió ayudando a los sectores más pobres hasta que fue abatido en la capital colombiana el 2 de diciembre de 1993, un día después de que cumpliera 44 años. Tal vez por eso, aún hoy es posible encontrar en las tiendas remeras con su foto con la leyenda “El Patrón”.

La hermana pidió perdón a las víctimas

“A veces siento que yo hubiera podido hacer algo, en ese momento de su guerra y de su lucha, por las víctimas, y para que él no dañara su vida como la dañó”, afirmó ayer Luz María Escobar. La mujer es hermana de Pablo Escobar Gaviría, quien fuera el narcotraficante más buscado del mundo.

“No lo dije antes porque había barreras de miedo, de sus enemigos, de que me callaran, de la burla”, afirmó Luz María.

A la tumba de Pablo peregrinan turistas, curiosos y devotos. No le faltan flores y un jardinero externo se encarga de su mantenimiento.

“Tengo tantos sentimientos encontrados, ojalá abran sus corazones para el perdón”, dijo Luz María, y anunció que mañana realizará un homenaje público a las víctimas, al cumplirse 20 años de la muerte de Pablo.

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