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En estos últimos días no pasó desapercibido en nuestra sociedad lo ocurrido en San Juan con motivo del Encuentro Nacional de Mujeres.
Considerable es la preocupación de muchos salteños (me incluyo) respecto de los dichos de sus miembros en cuanto a que el próximo encuentro se realizaría en nuestra provincia en 2014.
Cabe mencionar que reunirse significa juntarse dos o más personas en forma pacifica, en un mismo espacio y en igual período de tiempo con fines no contrarios a la ley.
La reunión de personas en ámbitos privados para conmemorar, por ejemplo, algún acontecimiento familiar escapa a la órbita del control estatal, pero distinto es el caso de que las personas se junten en lugares públicos para debatir cuestiones.
En estos casos es un derecho civil de primera generación que reconoce, como único limite el respeto de los derechos de terceros y la no alteración del orden publico, así lo dice el art. 20 de la Declaración Universal de los Derechos humanos de 1948.
Es muy común observar en las reuniones de estas mujeres, la aversión y hostilidad que manifiestan hacia la Iglesia y sus fieles, como así también el irrespeto al orden y a la moral publica (mostrando su desnudez, profiriendo insultos, pintando edificios y agraviando con violencia, ciegas de su accionar y sin consideración alguna al resto de la sociedad) lo que perjudica sin duda alguna a los terceros (lema antiguo y casi popular de que “la libertad del individuo acaba donde empieza la libertad de los demás”), además de resultar un espectáculo grotesco y vulgar a la vista de todos (incluidos niños).
Esperamos que las autoridades del estado provincial y municipal sepan preservar nuestros edificios históricos y resguardar a la sociedad salteña de cualquier intento de agresión, o mejor dicho vandalismo, en cualquiera de sus formas, cuando la referida agrupación de mujeres (incivilizadas, al sólo juzgar su accionar en San Juan, Misiones, y otras provincias) se reúna en nuestra querida tierra del Señor y La Virgen del Milagro.