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“No nos dejemos robar la esperanza. No permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino” (Lumen Fidei, Encíclica del papa Francisco). El Papa es implacable. Campechana e inocentemente revienta verdades contra los muros del cinismo y el descaro. Cuando habla tiemblan los que lucran con el odio y la pobreza. El día que no haya odio y pobreza el estado y los gobiernos, por ejemplo, dejan de ser necesarios. Francisco tiene la sencillez de Juan Pablo II y la potencia de Santo Tomás de Aquino.
Santo Tomás (1224 1276), sacerdote dominico, fue uno de los pensadores más influyentes de la Edad Media. Expresó fríamente que la ley injusta no debe obedecerse. Sus palabras cambiaron por varios siglos el concepto de autoridad. Fueron el principio del fin de la esclavitud y de gobiernos autoritarios. Pero quedaron perdidas en la historia. Y volvió la esclavitud. Y volvieron los gobiernos autoritarios. Decía: “Temed al hombre de un sólo libro y no lo tengas por enemigo porque es invencible”. Y usted estimado lector, ¿cuántos libros rigen su vida?
A Francisco lo rige un solo libro. No está sólo. El rey de Holanda, Guillermo Alejandro, es también de un solo libro. En su último discurso dijo: “El Estado benefactor es un déspota ilustrado que pretende resolver los problemas vitales de la gente “desde arriba”... Pero las respuestas eficientes y satisfactorias a nuestros retos vitales sólo pueden ser modeladas por los ciudadanos mismos, “desde abajo” y sin intermediarios”. Que tal el Rey. Las autoridades de Holanda están muy tranquilas. “La gente quiere decidir por sí misma, organizar su vida y cuidar unos de otros”, asevera Guillermo, una de las personalidades públicas más escuchadas de Europa en estos momentos de crisis. Suecia, Finlandia y Noruega alcanzaron altos grados de desarrollo humano y superaron la pobreza. Ni socialistas ni liberales.
Le dieron al ciudadano, mediante un amplio sistema de cheques o bonos “plena libertad de elección de los servicios garantizados públicamente y, a la vez, instauraron la libertad de emprendimiento en esos sectores, lo que rompió los monopolios estatales y renovó, desde la demanda y participación ciudadanas, los servicios del bienestar” (The Economist, “La Revolución silenciosa de Suecia”, 2 de febrero de 2013). Un lunes de noviembre, 7 de la tarde: “Buenos tardes señor”, dijo el uniformado mientras acomodaba su carpeta negra y tocaba sutilmente su gorra azul - “¿adónde se dirige?”. Había amenaza de lluvia en Pampa Blanca, pero los rayos del sol encontraban rastros de cielo para hacerse sentir con fuerza por momentos. Apenas atiné a decir adónde iba, pero el vigilante me interrumpió. “¿Sería tan amable de acercar a la maestra de la escuela hasta Gemes?”. Joven, unos 30 años, algo tímida y con aspecto de cansada, un poco temerosa y expectante, subió despacio con su bolsa llena de papeles y libros.
No iba a Gemes sino a Salta: “si digo que voy a Salta tengo menos posibilidades que alguien acepte llevarme”. Empieza su día a las 5 de la mañana, enseña en tres escuelas rurales, 2 en la ciudad de Gemes y 1 en Pampa Blanca. Un mes en cada una. Los colectivos la dejan en Gemes o en Pampa Blanca sobre la ruta 34. De allí hasta las escuelas hay varios kilómetros de caminata bajo el sol o la lluvia, con 2 grados bajo cero o con 45 grados, con viento y tierra, con riesgos, de accidentarse, de encontrarse con un abusador, de que nadie acepte llevarla y subirse a un camión a las 12 de la noche, de llegar a casa minutos antes de tener que salir a trabajar. Pero nada parece asustarla. Como si supiera que “Dios está de su lado”. De entrada me pareció que sí. Noemí estudió en la Universidad Nacional de Salta. Se recibió de Profesora de Sociología y Filosofía. Aunque usted no lo crea, en sus tiempos libres prepara su tesis sobre educación rural y elabora presentaciones para dar clases más amenas y sus alumnos se interesen más.
Disimuladamente cierra sus ojos por segundos. Apoya su cabeza en la ventanilla. Parece recuperar fuerzas. Se entusiasma cuando habla de sus alumnos, le brillan los ojos color miel y sus manos se desesperan por explicar lo que siente su corazón. No hace falta. Noemí es puro corazón por donde se la mire. La sigo de reojo. Intento descifrar sus gestos, conocer mejor sus rasgos, meterme en sus pensamientos. Tanto me hablaron en la escuela de los héroes de mi patria y tenía uno sentado en mi vehículo!. Un martes de noviembre, 8 de la mañana: camino a mi oficina, como pocas veces, decido bajar a desayunar en “la shell” del camino a San Lorenzo. Miraba por la ventana cuando apareció a mi vista. Color negro, luces led, asientos de cuero, cambio automático, vidrios polarizados y antena satelital. El ministro se bajó hablando por teléfono, traje negro también, gesticulaba ofuscado y le pedía a su chofer que estacione.
Pidió café con leche y medialunas. Seguía en el teléfono mientras masticaba. Alguien me esperaba en mi oficina. Cancelé la cita, saqué papel y lápiz y empecé a escribir esto que usted está leyendo ahora. Cerré los ojos e imaginé el estimulante café tostado y las sabrosas medialunas consumiéndose entre las manos y el celular del ministro, mientras el ostentoso vehículo oficial reflejaba como un espejo los claros de la mañana. Imaginé también, a la misma hora, en ese mismo instante de tiempo, a Noemí, esperando a la vera del camino que alguien la lleve. Sus pequeñas manos sosteniendo la bolsita con papeles, los zapatos marrones gastados por las caminatas diarias, pero orgullosos de sus oficios. Imaginé a todos los ministros. Imaginé a todas las maestras. Las suntuosas oficinas y las humildes escuelas. Imaginé al ministro subiendo ofuscado al gigante oficial y a Noemí subiendo sonriente a un camión. En medio de la nada, imaginé a los “niños” de Noemí, felices de verla llegar. Imaginé sus ojos brillando y sus manos abrazando. Y su corazón de héroe. Valiente, inquebrantable. Liberales y socialistas. Hombres de varios libros que tomaron las riendas del mundo bajo falsas promesas.
Fracasaron rotundamente por pretender gobernar con ideologías. Las ideologías son mentiras elegantes. Se debe gobernar con la realidad. Buscar soluciones básicas y sencillas. Se debe gobernar “con” la sociedad, no “sobre” ella. Deben gobernar los estadistas no los políticos. Los políticos piensan “elecciones”, los estadistas “soluciones”. Un notable filósofo alemán escribió que “el espíritu histórico no puede tener dudas que llegó el tiempo de la resurrección y que los acontecimientos dirigidos contra su activación serán los signos más favorables de su regeneración” (von Hardenberg 1772 1801). ¿Serán Francisco y el Rey la puerta de un nuevo “renacimiento”? Mientras haya gobiernos que solucionen la pobreza con subsidios, Noemí seguirá en la ruta y el Ministro en el “café”, pero tal vez sea ese el factor que disparará nuestra resurrección. Especialmente porque Noemí es de un solo libro.