La Gaceta de Buenos Aires del viernes 13 de marzo de 1812 informaba: “El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata inglesa ‘Jorge Caning’ procedente de Londres...” Y más adelante: “... han llegado entre otros, el teniente coronel de caballería D. José San Martín primer ayudante de campo del general en xefe del exercito de la Isla Marques de Compigny; el alférez de navío D. José Zapiola; el capitán de milicias D. Francisco Chilaver; el alférez de carabineros reales D. Carlos Alvear y Balbaltro; el subteniente de infantería D. Antonio Arellano y el primer teniente de guardias valonas Barón de Olembert. Estos, han venido a ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la consideración que merecen por los sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la patria”.
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La Gaceta de Buenos Aires del viernes 13 de marzo de 1812 informaba: “El 9 del corriente ha llegado a este puerto la fragata inglesa ‘Jorge Caning’ procedente de Londres...” Y más adelante: “... han llegado entre otros, el teniente coronel de caballería D. José San Martín primer ayudante de campo del general en xefe del exercito de la Isla Marques de Compigny; el alférez de navío D. José Zapiola; el capitán de milicias D. Francisco Chilaver; el alférez de carabineros reales D. Carlos Alvear y Balbaltro; el subteniente de infantería D. Antonio Arellano y el primer teniente de guardias valonas Barón de Olembert. Estos, han venido a ofrecer sus servicios al gobierno, y han sido recibidos con la consideración que merecen por los sentimientos que protestan en obsequio de los intereses de la patria”.
Y Mitre cuenta al respecto: “San Martín al regresar a su patria, era un hombre oscuro y desvalido, que no tenía más fortuna que su espada, ni más reputación que la de un valiente soldado y un buen táctico”.
Días después, el 17 de marzo, el Triunvirato le reconoció a San Martín su grado militar y además, le encomendó la organización de un escuadrón de caballería de línea. A ese cuerpo ingresaron también, Zapiola como capitán y Alvear como sargento mayor. Así nació el primer escuadrón de Granaderos a caballo.
Y mientras San Martín organizaba los Granaderos, otros hombres de la Logia Lautaro, intentaban disciplinar a los políticos para “un cambio de situación”.
Con los meses, la autoridad del Primer Triunvirato comenzó a deteriorarse, pero fue el triunfo de Belgrano en Tucumán el que precipitó su caída. La noticia de la victoria llegó a Buenos Aires el 5 de octubre de 1812 y el 8, se produjo la revolución inspirada por la Logia.
El movimiento no solo derrocó al Primer Triunvirato sino que hizo emerger al Segundo, integrado por Antonio Alvarez Jonte, Juan J. Paso y Nicolás Rodríguez Peña. Lo partícipes principales de ese movimiento fueron Monteagudo, Alvear y San Martín con sus granaderos como “punto de apoyo”.
Unicos señores
Y mientras el Segundo Triunvirato convocaba a las Provincias Unidas a una asamblea general para que se declarara la independencia, Rondeau y su ejército sitiaban Montevideo impidiéndole a los españoles abastecerse. El 31 de diciembre de 1812, los realistas intentaron romper el sitio de Montevideo pero el ejército de Rondeau los batió en la Batalla de Cerritos. La derrota trajo como consecuencia que los españoles salieran a buscar sustentos en el Río de la Plata y sus afluentes, donde según Mitre eran “únicos señores que mantenían en jaque a todo el litoral argentino. Un día bombardeaban Buenos Aires, otro derramaban espanto en el río Uruguay, o asolaban las poblaciones indefensas del Paraná...”.
En los primeros días de enero de 1813, el gobierno de Buenos Aires supo que los españoles montevideanos estaban preparando una poderosa escuadrilla para destruir las baterías de Rosario y Punta Gorda, y saquear los pueblo ribereños del Paraná, Uruguay y Paraguay.
Ante semejante noticia, el gobierno, asesorado por la Junta de Guerra, resolvió levantar las baterías de Rosario, reforzar las de Punta Gorda, y enviar al coronel San Martín con sus Granaderos para que protegiese la costa occidental del Paraná, desde Zarate hasta Santa Fe.
Preludios del combate
A mediados de enero partió de Montevideo la flota española. Eran 11 naves de guerra con 300 soldados. José de San Martín por su parte, salió por tierra con 150 granaderos. Iba por la orilla del río disfrazado con un poncho y un sombrero de campesino.
El 28 de enero la flota pasó por San Nicolás, ignorando que por la orilla oriental del río trotaban los granaderos. Al día siguiente, las naves superaron Rosario y el 30, gracias al viento sur, amanecieron frente al convento San Carlos.
Fondearon y 100 infantes fueron hasta el monasterio, lugar donde tomaron gallinas y melones hasta que divisaron en el horizonte una polvareda del lado del Rosario.
Era José Escalada que llegaba con 50 hombres y cañón. Ante ello, los españoles corrieron a embarcarse y desde lo alto del barranco Escalada les hizo unos tiros hasta que el mayor alcance de las armas navales lo hizo desistir. Mitre definió a este tiroteo como “el preludio del combate de San Lorenzo”.
Desenlace
Mientras tanto, San Martín con sus 120 granaderos -retrasado dos días con respecto a la flota-, avanzaba a marcha forzada. El 2 de febrero, llegó a la Posta de San Lorenzo, a 5 kilómetros del convento y del río, lugar donde los navíos españoles estaban paralizados por falta de viento. Pasada la medianoche, San Martín partió rumbo al convento, al que ingresó por el portón posterior.
De inmediato el coronel subió al campanario para cerciorarse de la presencia de las naves. Luego, reconoció el terreno, hizo cálculos y armó su plan de acción.
A las cinco de la mañana del 3 de febrero comenzó a clarear. Minutos después se desprendieron de las naves varias lancha con hombres armados. Media hora después, subían el barranco dos columnas de infantes en formación de combate.
San Martín observó toda la maniobra desde el campanario. De pronto bajó y dijo: “En dos minutos más estaremos sobre ellos espada en mano”. Su asistente Gatica le ofreció su bayo; montó, se puso al frente de los Granaderos, desenvainó el sable corvo y arengó a los hombres. Al final, una orden: “En el centro de las columnas enemigas nos encontraremos, y allí daré a ustedes mis órdenes”.
El combate duró un cuarto de hora pero el triunfo patriota se decidió en los tres primeros minutos.
Hacía nueve meses que San Martín había vuelto al país y San Lorenzo fue su primer y único triunfo logrado en suelo natal. Y como dice Mitre: “fue de poca importancia militar pero de gran trascendencia para la revolución. Pacificó el litoral de los ríos Paraná y Uruguay y mantuvo expedita las comunicaciones con Entre Ríos y Paraguay...”.