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El feudo de Lechucín, donde la justicia se siente impotente

Sabado, 09 de febrero de 2013 22:58
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Azotados por el flagelo de la droga y sumidos en la miseria, los vecinos aseguraron a este matutino que viven rodeados de vendedores de paco y que no pueden salir a la calle porque Lechucín y su banda controlan toda la zona y circulan en motos totalmente armados.

El Tribuno fue recibido por el juez Federal Raúl Reynoso, a cargo de la zona norte provincial, quien, en su despacho, nos informó el trabajo que realizan en ese núcleo habitacional oranense, considerado como el más peligroso de la zona, junto a Caballito.

“El lugar es muy conflictivo, actualmente tenemos identificadas seis bocas de expendio en Estación y ocho en Caballito, por lo que realizamos allanamientos casi todos los días. Por otro lado hay muchos jóvenes que se dedican a la venta ambulante. Cada vez que actuamos, a los pocos días abren otro lugar para la venta, por lo que se dificulta el trabajo para erradicar totalmente los estupefacientes”, relató.

“El último megaoperativo se realizó en diciembre de 2012. Se hicieron 15 allanamientos simultáneos y hubo 30 detenidos. Casi la totalidad de los procedimientos se hicieron por denuncias anónimas de los vecinos en las cuales identificaban las viviendas donde expendían estupefacientes”, señaló.

“Actualmente trabajamos en conjunto con "Las madres del dolor'; ellas, incansablemente, luchan pasa rescatar a sus hijos y a los jóvenes en general”, acotó.

Por otro lado el magistrado informó que la situación en este último tiempo dio un giro importante en cuanto a las denuncias e identificación de los focos de venta de estupefacientes.

“La novedad, es que tiempo atrás cuando el personal iba a realizar los operativos, familiares de los jóvenes acusados de vender drogas entorpecían el trabajo; querían impedir a toda costa que sus hijos vayan presos. Ahora son esos mismos padres quienes denuncian; vienen al juzgado desesperados pidiendo que detengan a sus hijos porque estos se encuentran perdidos en la droga. Quieren ayuda, tratamientos, internaciones y que se los aparte del barrio. Todo este trabajo lleva tiempo y muchas veces los familiares no entienden esto y pretenden que sus allegados se recuperen de un día para el otro. Nosotros trabajamos arduamente en estos dos barrios, que son altamente conflictivos, finalizó.

Autoridades policiales informaron que “lamentablemente la zona va de mal en peor y se necesita más personal como así también herramientas para trabajar. Estamos desbordados y tememos que todo se salga de control”, dijeron.

 Héroes en una zona caliente

En la zona de conflicto, que cuenta con 2.000 habitantes, aproximadamente, trabajan tres agentes sanitarios realizando controles de desnutrición y embarazos, que con problemas crecientes en la periferia de Orán.
Durante la recorrida que realizó el equipo de El Tribuno, pudo observar cómo estas tres mujeres, ataviadas con chaquetas azules, recorren el sector palmo a palmo, son conocidas y respetadas por los habitantes de Estación, quienes las consideran “unos verdaderos ángeles”. Las agentes, que no quisieron dar sus nombres por miedo a sanciones expresaron: “Este barrio es muy peligroso y lamentablemente hay muchos casos de desnutrición como así también de adolescentes embarazadas; nosotras hacemos el seguimiento, pero la situación es muy complicada”.
En el barrio, de casas paupérrimas y calles de tierra hay un puesto policial que es apedreado diariamente. Los efectivos que trabajan ahí dijeron a este matutino que a partir de las 19 ya no se puede ingresar, porque las patotas comienzan a asomarse en las esquinas, toman bebidas alcohólicas, andan armados y se drogan constantemente.
“No cualquiera puede entrar. Es que los líderes de las patotas como sus secuaces venden drogas, son muy conflictivos y están dispuestos a todo. Atemorizan a los vecinos, atacan a quien levanta la voz y han colocado al sector en un área totalmente sitiada”, dijo uno de los agentes.
Por otro lado en el lugar hay una iglesia llamada Nuestra Señora de Luján, la misma esta a cargo del sacerdote Andrés, quien, de acuerdo a la gente, trabaja incansablemente para llevar soluciones a los pobladores, aunque su tarea parece ser poco menos que imposible.
En la parroquia funciona un comedor para niños y se brinda apoyo escolar para los mismos. “Este es un oasis para nosotros”, dijo una joven madre.
 

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