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Desgarrador relato, uno de tantos, de un barrio marginal

Domingo, 10 de febrero de 2013 19:05
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Desolación y miseria son palabras que describen al barrio Estación, en la ciudad de Orán, lugar que tuvo como escenario un brutal ataque contra una joven embarazada de cinco meses que perdió a su bebé el pasado 27 de enero. Un equipo de El Tribuno viajó para entrevistarse con la damnificaba, Rebeca, de 18 años, quien nos recibió junto a su mamá y su hermano.

Su casa es tan precaria como la de todos sus vecinos. Nos invitó a pasar y contó la pesadilla que vivió.

“Ese día estaba durmiendo cuando sentí gritos en la casa, me fijé y vi a uno de mis hermanos junto a nuestros amigos entrando casi a los empujones; les pregunté qué pasaba y dijeron que Lechucín, el líder de la patota que lleva su nombre y sus secuaces, los estaban persiguiendo. En ese momento con mi mamá nos dimos cuenta que faltaba mi hermano Renzo, entonces salimos a buscarlo. De pronto, apareció Lechucín con su mujer la "Vero' y le pegaron a mi mamá sin compasión. Yo a los gritos les pedía que la soltaran. Ella se refugió detrás de un árbol y Lechucín le dijo a su novia "a esta dale un machetazo, cagala matando'. Ella me miró y me tiró tres piedras, apuntó directamente a mi panza, sentí un dolor fuertísimo. Luego ambos huyeron. Ahí salió una vecina y me sentó en una silla y llamó a la ambulancia, que nunca vino. Mi marido me llevó al hospital en un remise”, relató entre lágrimas.

La joven continuó: “Estaba aterrorizada y comencé a desesperarme cuando dejé de sentir los movimientos de mi bebé. Ya en el hospital me atendió una doctora que me llevó a una cama, me pusieron un suero y me dejaron ahí dos horas. Ella no me hizo una ecografía, nadie se ocupó de mí y con el correr de las horas comencé a sentirme peor. Mi mamá pidió ayuda a otro médico y me hicieron un ultrasonido, pero mi hijito ya estaba muerto. No puedo describir el dolor que sentí al enterarme . Trataron de contenerme y me hicieron una cesárea muy riesgosa, los médicos me dijeron que se me desprendió la placenta y era peligroso que contraiga una infección, el cuerpito de mi bebé fue entregado a mi mamá y al otro día lo velamos. No tengo ganas de vivir, hasta hace unos días sentía sus movimientos todo el tiempo, ahora estoy vacía, sigo adelante por mi familia”, finalizó la joven en su desgarrador relato.

También balearon a su hermano

Al líder de la banda que atemoriza a todo el barrio Estación no le bastó con enviar a su novia a atacar a Rebeca a viva voz, sino que a los pocos minutos le dio tres balazos a uno de sus hermanos, que la buscaba desesperadamente.

Mauro, un empleado municipal de 30 años, que ahora camina con la ayuda de dos muletas y estaba de visita en la casa de Rebeca, habló con El Tribuno.

“Lechucín, un tal Coco y otro al que le dicen Malhechor me dispararon a quemarropa, ellos querían matarme, me dieron dos balazos en la pierna y uno en la cabeza, pero de milagro el último solo me rozó. Yo los encontré en la calle, salí porque un vecino me fue a buscar a mi casa y me dijo que habían acuchillado a mi hermana y la herida era en la panza, que estaba muy grave”, contó. “Salí en mi moto y me crucé con ellos de frente; me dispararon y yo caía al suelo, por si fuera poco, se pararon a mi lado y siguieron gatillando. Los vecinos gritaron y ellos salieron corriendo. Me llevaron al hospital y me hicieron todas las curaciones; ahora estoy con fisioterapia. Me indigna lo que pasó, todavía no lo puedo creer, yo hice la denuncia por intento de homicidio. Lechucín ya estuvo preso por intentar matar a otro chico”, contó.

El Estado, ausente

 

Lechucín y la Vero están prófugos. El relato de Rebeca los describe como violentos, despóticos y crueles. La Brigada sospecha que escaparon hacia Tarija. Malhechor está detenido. La patota parece dispuesta a convertir el barrio en un feudo de arrabal. El Estado está ausente. Ninguna ambulancia llegó a buscarla, dice Rebeca. En el hospital, la hayan atendido correctamente o no, ella se sintió desamparada. Es cierto: su tragedia no puede tener consuelo, aunque desde lejos cueste entender eso que se llama exclusión y olvido.

 

 

 

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