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En defensa de los abogados

Domingo, 28 de abril de 2013 22:08
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Desde el comienzo de su historia el ser humano ha buscado organizarse mediante pautas de convivencia. La sociedad aparece como un mecanismo que permitía lograr la supervivencia y el desarrollo humano. Así, la capacidad de trasladar lo real a lo simbólico mediante el lenguaje permitió a las personas crear normas de convivencia que en el transcurso del tiempo y la evolución de la cultura se convirtieron en leyes.

Posteriormente se generó todo un sistema de ingeniería social, estableciéndose protocolos para la resolución de los conflictos que se suscitaban en las comunidades.

Mediante la irrupción de la razón como fuente de resolución justa de conflictos sociales y el valor de la costumbre, apareció el Derecho como disciplina organizadora de la vida en comunidad.

Las personas que tenían conflictos ya no los resolvían mediante la violencia, pues ésta era monopolizada por el Estado.

Así, quienes requerían una solución a su problema acudían ante el juzgador, acompañados por lo general de una persona instruida y formada en el conocimiento de estas normas de convivencia: el abogado, quien definía mediante la argumentación y la elección de una estrategia probatoria el postulado con el que esta persona defendía su interpretación subjetiva o su interés. De este modo, la sociedad organizó la resolución de sus conflictos -cuando estos trascendían la esfera de la solución privada- en un juego con reglas definidas donde los abogados eran parciales (defendían el interés de una parte en desmedro de la otra) y el juez era imparcial (impartiendo justicia). Mas allá de la mala fama que han ganado a lo largo del tiempo, lo cierto es que abundan los abogados capaces y honestos, pues el mayor capital de un profesional es su reputación. Además, en una época de hiperactividad legislativa, el abogado tiene que estar permanentemente actualizándose, haciendo cursos, estudiando... recorriendo pasillos y ventanillas de Tribunales, lidiando con la estrategia de la contraria y hasta con clientes muchas veces ingratos o incomprensivos que ignoran lo duro de su labor, muchas veces sin ser comprendidos ni valorados.

Vaya mi homenaje para todos los colegas que con su esfuerzo y sacrificio diario honran esta importantísima profesión, e insto a la ciudadanía a valorar el rol social fundamental de sus abogados.

Dr. Pablo José Funoll
Abogado

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