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Como exalumnos del Hogar Escuela nos acercamos a saludar a sus directivos y maestros tras la desgracia que sufrieron.
Llegamos al lugar del triste accidente y recordamos que en el año 1953, cuando empezó a funcionar el hogar, éramos los primeros 20 alumnos y teníamos 11 años. Era el mes de febrero. Después de la siesta nos sacaban a jugar a las canchas de básquet rodeadas de eucaliptus. Jugábamos con los trompitos, frutos de esos arboles. De repente, se escuchó un ruido. Se cayó un gajo y corrimos, pero uno no pudo, lo aplastó el gajo. Cuando fuimos a ver, el chico estaba aplastado y los ojos salidos y en el piso.
Hoy vimos árboles centenarios que creo que nunca fueron podados; el tanque de agua -que debe ser del año 50- se lo ve deteriorado; las paredes externas de un color negro verdoso (cómo será por dentro!), y también se pueden caer. A los chicos se los ve impresentables, con cabellos largos. No hay peluqueros masculinos, la enfermería de noche está cerrada, los resumideros de los patios internos están sucios con aguas servidas, convertidos en un hermoso foco infeccioso (y después queremos que no haya dengue).
Cuando izan la bandera en días de frío los chicos tiemblan de frío, no tienen ropa de abrigo ni calzados, están algunos de alpargatas y ojotas.
Ramón H. Romero
José R. Guzmán
Ciudad