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Nuestro país ha ido sufriendo un proceso de deterioro, de decadencia, con recurrentes y profundas crisis económicas que, a través del tiempo, han ido causando profundos daños en la sociedad, además de los perjuicios económicos. El hecho más notable y más importante para el porvenir es el retroceso en la educación. Sin embargo, para los políticos en general, y en especial para los gobiernos de notorias conductas demagógicas, como el actual, la educación es uno de los aspectos menos mencionados: no proporciona réditos electorales inmediatos.
En este sentido basta tomar como ejemplo los discursos, en los que raramente se menciona la educación o se da intervención a los estudiantes. Y cuando se hizo, como en el recordado episodio de la Universidad de Harvard, el resultado fue lamentable. Sin embargo, en toda ocasión y con énfasis y jactancia, se exalta la acción de los militantes políticos. Una militancia política partidaria tan degradada que mayoritariamente se ha convertido en ruidosos grupos de apoyo. Diría que solamente sobresalen por sus aplausos, gritos, carteles, bombos y buenos sueldos.
El país, para recuperarse, para crecer y desarrollarse en el futuro, requiere fundamentalmente de los estudiantes. Estudiantes en el sentido amplio del término, no solamente en referencia a los alumnos primarios, secundarios y universitarios, sino también a todos aquellos que en su propio ámbito de trabajo profundizan sobre los conocimientos que necesitan para transformar y progresar. En conclusión, más razón y menos pasión.
Leonardo Lardone
Ciudad