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Es increíble el crecimiento de la zona sudeste. Donde hace solo poco más de 20 años había una cantidad de barrios que se no superaban la decena, hoy pululan los barrios y asentamientos.
Esta llegada de nuevos vecinos hizo que la hace ruta 26, más conocida como el camino a La Isla, quedara chica para tantas motos, bicis, gente y vehículos circulando. Hasta ahora la suerte o alguna protección divina -o la combinación de ambas- hicieron que no sea la más mortal de la ciudad.
La ruta no tiene las dimensiones de una avenida que atraviesa casi una decena de barrios. Tampoco tiene semáforos. Y la única solución que aportaron desde la Municipalidad es poner unos pocos lomos de burro que están casi desaparecidos.
Es necesario que urgentemente se haga algo, porque esta ruta-avenida se ha convertido en un gran peligro para los que vivimos allí.
María Carolina Robredo
Bº El Círculo