inicia sesión o regístrate.
Hubo un tiempo -y vaya si lo hubo!- en el que las adolescentes, y aun las jóvenes mayorcitas del barrio, tenían terminantemente prohibido pintarse. Debían andar a cara descubierta, sin siquiera un colorete, aunque fuera el más pálido, que les sonrosara las mejillas. Nada!
Y ni hablemos de las uñas. Estas debían lucir naturales, sin artificios de color. Y adecuadamente cortadas, esto es, mochas.
De pintarse los labios, ni soñar.
-Las niñas y señoritas decentes no se pintan, sentenciaban las señoras. Pintarse es para las mujeres casadas, y sólo en ocasiones. Las locas andan pintarrajeadas!
Las chicas del barrio vivían atormentadas por esos prejuicios.
-¿Qué mal hay en ponerse un poco de rubor en las mejillas, un toque de rosa en los labios?, se quejaban las muchachas.
Por supuesto que por ahí aparecía una transgresora, que de inmediato sufría la descalificación social de las comadres.
La cara lavada era lo único aceptado. Y debemos decir que entre las chicas ya había algunos síntomas de resistencia a la imposición.
Una tardecita Doralba, la hija mayor de doña Eduviges Elizabide, fue al centro en compañía de Pochola, la hija de doña Florencia Velarde. Y regresaron con la novedad: -En la plaza 9 de Julio hemos visto a todas las chicas de nuestra edad con labios y mejillas sonrosados. Y les quedaba precioso, mamá! Y no eran ningunas locas!
Y ahí comenzó la rebelión que tomó fuerza y se extendió por todo el barrio cuando el vate Oscar Acuña y su amigo, el maestro Delmiro, se enteraron. Papita pa'l loro!, se dijeron.
El maestro y el vate se especializaban en llevarles la contra a las mencionadas comadres en jefe, y no dejaban pasar oportunidad para causarles problemas.
Los dos amigos vieron en el asunto de la pintura un motivo para divertirse. Citaron a reunión a los socios del Ateneo. Fueron todas las muchachas. El vate Acuña hizo un discurso en el que, entre otras consideraciones, les dijo que ya era hora de terminar con la absurda y pacata tiranía que ejercían las madres. No dejarlas pintar es un abuso y una tontería!
Y finalizó su perorata diciendo que “un gran poeta salteño, don Nicolás López Isasmendi, escribió versos que ustedes deben adoptar como banderas de vuestra lucha contra la dictadura materna”.
Y les leyó a continuación: “Soporta, niña, soporta / la pintura; nada importa / que te digan que es mal hecho: / píntate: la vida es corta / y tienes ese derecho. //¿Qué te has pintado un lunar? / ¿Por qué no lo has de pintar, / si el lienzo en que lo has pintado / para ti lo han fabricado / y tú lo puedes usar? // Deja las modas añejas / y píntate hasta las cejas, / porque, al fin, la nueva moda / enseña a pintarse toda, / de los pies a las orejas.”
Las chicas salieron de la reunión más que alborozadas. Tomadas del brazo fueron cantando hasta la casa de Doralba en la que, oh! sorpresa!, las esperaban, los brazos en jarra, doña Florencia y doña Eduviges, con el ceño fruncido y el gesto sombrío. - Hemos oído todo lo que les metió en la sesera el badulaque ese!, dijo tonante doña Eduviges. Ese mocito es un alborotador! Vos Doralba, ni el saludo con él!
Y doña Florencia:-Vos, Pochola, que sé que te anda arrastrando el ala, ni lo mires!
Más tarde, en el bar Madrid, el vate y Delmiro tomaban una copita y charlaban.
-¿Qué tal nos salió la jugada?, pre guntó el vate.
-Una pinturita, contestó el maestro.