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26 de Junio,  Salta, Centro, Argentina
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No basta con abrazar

Sabado, 27 de julio de 2013 12:06
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La Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro muestra a millones de jóvenes unidos en un mismo objetivo: la búsqueda del sentido de sus vidas. Se muestran entusiasmados, felices. La fe no es una realidad gris para ellos, sino un don luminoso, que merece ser festejado y proclamado con gozo. El Papa, con su habitual autenticidad y naturalidad, los conmueve.

La visita realizada al Hospital San Francisco de Asís, nos deja un discurso imperdible, del que comparto algunas expresiones.

El Papa se halla frente a un auditorio especial: jóvenes que luchan por recuperarse de la adicción a las drogas. Están también presentes, las familias de esos jóvenes.

Les habla de la figura del santo patrono del Hospital: “el joven Francisco de Asís abandona las riquezas y comodidades para hacerse pobre entre los pobres; se da cuenta de que la verdadera riqueza y lo que da la auténtica alegría no son las cosas, el tener, los ídolos del mundo, sino el seguir a Cristo y servir a los demás”.

Nuevas causas

El Papa también destaca que “el momento en que todo esto se hizo concreto en su vida fue cuando abrazó a un leproso. Aquel hermano que sufría era mediador de la luz, porque en cada hermano y hermana en dificultad abrazamos la carne de Cristo que sufre”.

En ese lugar de lucha contra la dependencia de drogas, el Papa quiere abrazar a cada uno de los enfermos, refiriéndoles que son la carne de Cristo, y pide que Dios los colme de sentido. Nombra muchas veces el verbo abrazar.

Pienso en las situaciones de tantas familias salteñas, que luchan contra las adicciones y necesitan atención, cuidado, amor. A menudo me encuentro con madres de escasos recursos que están al borde de la desesperación, por el estrago que hace el consumo del paco en su familia y en su comunidad.

Piden no ser juzgadas. La culpa inmoviliza, no anima a reparar las acciones, es fulminante. Reconocen los errores, como paso inicial para iniciar un cambio. Nuestra sociedad a veces se deleita con el drama ajeno y señala con el dedo a los “culpables”. Y luego se queda ahí. ­Como si fuera suficiente!

Las familias que tienen el problema de la adicción necesitan ser empoderadas, sostenidas. Hablemos más de responsabilidades, de tareas a cumplir, de estrategias a desplegar, que de culpas.

El Papa describe la realidad “lo que prevalece con frecuencia en nuestra sociedad es el egoísmo. ­Cuántos mercaderes de muerte que siguen la lógica del poder y el dinero a toda costa!”.

No se queda en el diagnóstico, sino que invita a la acción: “la plaga del narcotráfico, que favorece la violencia y siembra dolor y muerte, requiere un acto de valor de toda la sociedad”. Creo que la alianza entre políticos valientes, decididos, indiferentes a la demagogia y las ONGs de la sociedad civil de probada trayectoria, puede encontrar una salida al callejón del consumo de drogas.

El Papa no es evasivo. No teme en afirmar “no es la liberalización del consumo de drogas, como se está discutiendo en varias partes de América Latina, lo que podrá reducir la propagación y la influencia de la dependencia química”.

La familia sólida es uno de los principales factores protectores frente a las situaciones de riesgo. Llama poderosamente la atención que la Argentina no tenga definida una política familiar. Tampoco la tiene nuestra provincia. ¿Hasta cuándo seremos indiferentes a un supuesto tan básico de toda política pública exitosa e inclusiva?

El pontífice nos invita a “tender la mano a quien se encuentra en dificultad, al que ha caído en el abismo de la dependencia, tal vez sin saber cómo”.

Finalmente, las palabras de ánimo dirigidas para quienes se encuentran bajo tratamiento: “puedes levantarte, puedes remontar; te costará, pero puedes conseguirlo si de verdad lo quieres”. A quien no han tenido el valor de emprender el mismo camino, también le habla: “tú eres el protagonista de la subida, ésta es la condición indispensable. Encontrarás la mano tendida de quien te quiere ayudar, pero nadie puede subir por ti”. A pesar de las caídas, Francisco llama a vivir con esperanza: “miren con confianza hacia delante, su travesía es larga y fatigosa, pero miren adelante, hay un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día”. Cierro este espacio con una frase que se repite en los discursos papales: “no se dejen robar la esperanza. Pero también quiero decir: no robemos la esperanza, más aún, hagámonos todos portadores de esperanza”.

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