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La breve pero intensa gesta sanmartiniana que se inicia con la Revolución por la Independencia en el espacio geográfico que albergaba el extremo austral del Imperio colonial español, se extiende hasta 1822.
Cuando después de libertar a Chile y proclamar la independencia del Perú, partes integrantes del Plan Libertador de proyección continental, San Martín protagoniza el gesto de “abdicación voluntaria y premeditada. Manifestación sin duda, de las antiguas virtudes que brillaron al principio de la Revolución por la Independencia sudamericana” según expresara Sarmiento en un discurso que pronunció en París.
La derrota de los patriotas chilenos en Rancagua cuando finalizaba 1814, dejó expedito el camino que, a través de la cordillera, permitiría al Ejército del Rey llegar a Cuyo y pasar luego a Buenos Aires donde el gobierno patrio era el único que subsistiría representando al ideal libertario americano.
Entre 1814, cuando obtuvo la designación de gobernador intendente de Cuyo y, la partida a Chile en 1817, San Martín trabajó intensamente en la organización del Ejército Libertador de los Andes. Antes de partir de Tucumán, en enero, comenzó la reorganización de la expedición libertadora que luego de obtener los triunfos de Tucumán y de Salta, terminó deshecha en Vilcapugio y Ayohuma. La apremiante situación requería arbitrar medidas defensivas en las provincias que aún constituían la Gobernación Intendencia de Salta del Tucumán.
La derrota sufrida por una avanzada realista en el Tuscal de Velarde, debida al “ataque a la brusca”, en expresión de San Martín, evidenció la eficacia de la intervención de las fuerzas en que se mezclaban soldados del ejército de línea y paisanaje a los que el general llama gauchos. Desde entonces y durante toda la guerra defensiva, se conoció con esa denominación. Fue ésta estrategia que San Martín destacara durante su breve estancia como Jefe del Ejército del Norte. La misma que se sostuvo por largos años con el esfuerzo del pueblo rural de Salta y de Jujuy, y que nutrió sus filas con la contribución económica de comerciantes y hacendados. Impidiendo así, que las reiteradas invasiones realistas sobrepasaron al Pasaje, en su intento de sofocar la revolución por la independencia.
El 12 de febrero de 1817 las divisiones del Ejército de los Andes que cruzaron la cordillera por varios pasos. Convergieron en la cuesta de Chacabuco donde se obtuvo la primera victoria afianzada en Maipú, el 5 de abril de 1818. La guerra no concluida, continuó con la campaña al sur hasta terminar con la derrota total del ejército español. A la sorpresa de Cancha Rayada, siguió el triunfo de Maipú, batalla que, en apreciación del biógrafo sanmartiniano, el General Mitre, “esta ganada antes de librarla”.
San Martín declinó todo poder político y la recompensa económica conque lo premió el gobierno chileno, “nada prefirió más que la libertad de su patria”. Aunque la guerra siguió desarrollándose en el suelo chileno, el triunfo de Maipú selló el fin del predominio español.
Siguiendo San Martín la estrategia de los puertos intermedios, desembarcó en la ciudad de los reyes, Lima, en tanto el general Alvarez de Arenales se internaba en la sierra altoperuana concientizando a las poblaciones indígenas.
Después de la conferencia celebrada en Punchauca, se hizo más evidente el resquebrajamiento de la conducción entre el absolutista de la Serna que conducía al ejército realista.
El General ingreso a Lima el 19 de julio de 1821 donde reunió una junta general de vecinos honrados, que expresaron su voluntad de independizarse bajo la forma de Protectorado con mando político y militar, organizado por en Estatuto Provisional.
Y así, San Martín hizo flamear por primera vez la bandera del Perú independiente proclamando: “Desde este momento el Perú es libre e independiente por voluntad general del pueblo y por la justicia de su causa que Dios defiende”. A continuación lanzó tres veces ¡Viva la patria!
Ni la vanidad que podía inducirlo a apropiarse indefinidamente del poder, mancharon su sincero ideal de libertad americana.