inicia sesión o regístrate.
La helada, apática y gris tarde del Gigante del Norte contagió a todo Gimnasia y Tiro. Como si el equipo de Víctor Alfredo Riggio se hubiese “mimetizado” más de la cuenta con el paisaje desfavorable. Pero no. El sol sale para todos y la “nube” estuvo siempre parada en frente de los jugadores de Gimnasia, como un contraste de la luz de un rival que “se pasó de vivo”: se defendió bien, se agazapó, esperó el momento justo y cuando vio “iluminado el túnel”, castigó. Para enmudecer a alrededor de dos mil hinchas millonarios que capearon el clima, pero que no pudieron sortear el temporal y la tempestad de un Gimnasia que no se encontró y al que no le salió una.
Gimnasia y Esgrima de Concepción del Uruguay dio un letal estocazo sobre el final para sentenciar la primera derrota del albo en el torneo, por 1 a 0 en el Gigante.
Pero los nubarrones tardaron en llegar y un esbozo de claridad fue el primer tiempo para el equipo salteño, que tocaba con criterio, estaba aceitado y parecía haber encontrado afiladas a sus primeras sociedades: Villarreal-Acosta, Guglielmi-
Vazzoler, habida cuenta de que el retraso lógico de Matías Ceballos como volante central le quitaba vértigo y capacidad para abrir el cerrojo entrerriano por adentro. Era el albo el dueño del protagonismo y el patrón de las acciones en la etapa inicial, pero con el correr de los minutos se volvía timorato y repetitivo. Comenzaron a evidenciarse las fragilidades en el mediocampo a medida que empezaba a agigantarse el tándem Juárez-Sagarzazu-Umpiérrez, caracterizado por el criterio y el buen trato de balón, como para hacer tambalear la estantería. Sin embargo, hasta entonces Gimnasia era más, pero dependiendo mucho de los acertados arrestos individuales de un Guglielmi avasallador que se diluyó en el complemento. A todo esto, la “mano” de Diego Gallo -no cobró un claro penal- incidía y enervaba más al colectivo.
La tendencia era idéntica en la segunda mitad del partido: Gimnasia insinuaba más de lo que concretaba y la paciencia hacía mella: Zárate en dos oportunidades, Vazzoler y luego Rovira (en duelo con Orcellet) dilapidaban situaciones y coronaban una tarde más negra y fría para los delanteros. Promediando el segundo tiempo, el albo agotó todas las instancias (aún con el ingreso de dos atacantes más) y las ideas; el juego y los goles se le habían “congelado” del todo. La sorpresa se acabó y todo pasó a ser previsible, mientras que su rival de turno respondía con contras “de manual”, como la que encabezó Sagarzazu a 6 minutos de final y definió el ingresado Rodríguez ante un error de Perelman. La cortina se bajó con el 1 a 0: un premio excesivo para un rival que golpeó una sola vez en serio, pero una lección para el perdedor, que pagó por errores, carencias y nulidad de ideas. Se congeló y agonizó, como la tarde misma.
NERVIOSOS
La impaciencia general y los nervios agregaron un cóctel que no sumó en un domingo para el olvido. Le pasó a Rodrigo López, quien se trenzó a discutir con plateístas y tuvieron que calmarlo.
DE TODO UN POCO
Martín Perelman (5): Tuvo responsabilidad en la acción más importante, el gol del lobo entrerriano que sentenció una derrota inesperada.
Rodrigo López (6): Fue lo más rescatable de una defensa inconexa, que abrió grietas y a la que aún le falta entendimiento.
Diego Guidi (5): No fue su debut ideal. Mostró su temperamento y personalidad, pero su nivel no fue el esperado.
Gastón Suso (5): Mostró firmeza al principio, luego se contagió de las inseguridades. Pese a algunos aciertos, la última línea falló en el momento clave.
Rubén Villarreal (5): Muestra una cara cuando ataca y otra cuando defiende. Su vocación ofensiva lo condiciona en su nuevo puesto.
Matías Guglielmi (6): Pese al bajísimo desempeño general, el pibe volvió a ser la referencia más clara del equipo. Fue el único que se salió del “libreto” con su atrevimiento. Se comió la cancha en el primer tiempo y se apagó en el segundo.
Matías Ceballos (5): Deja de ser productivo y una alternativa en la usina de juego al alternar como tapón junto a Saucedo. El albo adolece de un 5 clásico, y esta vez si lo sintió.
Pablo Saucedo (5): Debut deslucido del rosarino. Su reemplazante natural, Franco Ascencio, aportó más que él en función de ataque en los últimos minutos. Le falta aceitarse más para desplegar sus indiscutibles condiciones.
Claudio Acosta (5): Otro que se desinfló de un tiempo a otro y se contagió de la imprecisión general. El equipo no pudo hilvanar una buena jugada, más allá de las bajas producciones individuales.
Francisco Vazzoler (5): Incisivo en la faz de ataque al principio. Tibio después. Dilapidó una acción increíble de gol en el complemento que opacó aún más su muy modesta actuación.
Leandro Zárate (5): No fue la tarde de la Chancha. Protagonizó uno de los rendimientos individuales más flojos del 9 con la camiseta de Gimnasia. Se erró dos goles bajo el arco. Rovira luego se contagió del “síndrome” de la mala puntería.