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Es lo más parecido a un karma lo que padece Central Norte. Y le pasa en todos los arranques de torneos. Es como una película repetida y seguramente los hinchas se habrán retirado lamentando la misma historia.
El cuervo sufrió un duro traspié, el segundo de manera consecutiva, cuando todos esperaban algo distinto en la primera puesta en escena, en casa, en el nuevo semestre. Pero dio toda la sensación que sobrevolaron los mismos fantasmas del torneo pasado, y del anterior.... Como si Noir se siguiera errando goles, como si Ledesma siguiera perdiendo las marcas en el fondo..., etc. Pero no, Central Norte perdió con un equipo nuevo que desde la previa prometía más pero que todavía sigue en proceso de formación, dato que no debe perderse del todo. Y esta es una de las razones por la cual terminó derrotado por 1 a 0 frente a Central Córdoba.
También es cierto que hay un par de jugadores que vinieron a Salta para ser titulares y que hasta ayer no aparecieron. Esto, sumado a la falta de maduración llevó al equipo de Coleoni a interpretar mal el partido de entrada. Colectivamente, el cuervo se mostró nervioso, impreciso, todo lo contrario de los santiagueños, que en tan solo cinco minutos hicieron revolcar a De Giorgi, con un buen remate de Beraldi. Luego fue Núñez, otro exalbo, el que se encontró solo con el arquero, se la tiró apenas por arriba y el Pelado Aguirre llegó a tiempo para sacarla de la línea.
Con la alarma encendida, el cuervo dejó atrás la intrascendencia y para ello contó con el buen trabajo de Chmil, las proyecciones de Fabio y las arremetidas de Diego Magno. El resto, siguió siendo un cúmulo de impresiones y ansiedad. Salvo Aguirre y Mena, los de la zaga central que casi no tuvieron errores, las otras caras nuevas del equipo dejaron mucho que desear.
Aún así, Central tuvo su primera gran chance de marcar cuando se reanudó el encuentro en el complemento: Leandro Martínez, tras recibir un buen pase de Magno, perdió el duelo mano a mano con el arquero Caffarati. A partir de allí, el cuervo trató de inclinar la cancha más por su obligación que por su destreza. Pero De Giorgi también tuvo que trabajar y terminó perplejo, como todo el estadio, cuando Héctor Arrigo mandó un tiro rasante sobre el fi nal del partido.