La denominada guerra de recursos fue iniciada en Salta por Martín Miguel de Gemes en 1810. Por orden del coronel Diego Pueyrredón, se internó en el Alto Perú con una Partida de Observación para interceptar las comunicaciones entre los partidarios realistas de Córdoba y Potosí.
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La denominada guerra de recursos fue iniciada en Salta por Martín Miguel de Gemes en 1810. Por orden del coronel Diego Pueyrredón, se internó en el Alto Perú con una Partida de Observación para interceptar las comunicaciones entre los partidarios realistas de Córdoba y Potosí.
Luego de esa primera experiencia, la guerra de recursos resurgió en 1814, después de que el Ejército del Norte se retirara derrotado del Alto Perú para estacionarse en Tucumán bajo el mando del coronel San Martín. Fue entonces cuando se produjo, en el actual suelo salteño, el último enfrentamiento armado entre los ejércitos patrio y realista. Ese hecho es conocido en la historia como “Combate de San Lorenzo” en Salta. Sus protagonistas fueron la vanguardia realista que invadía Salta en 1814 bajo la comandancia de Pezuela, y la retaguardia del ejército de Belgrano al mando de Dorrego. El enfrentamiento no tuvo un triunfador neto pero sirvió para que los patriotas sacaran provecho. En primer lugar, que Belgrano pudiera retirarse de Salta sin ser perseguido y segundo, levantar el ánimo de los criollos del valle de Lerma quienes de inmediato, con Luis Burela a la cabeza, reiniciaron la guerra de recursos.
El enfrentamiento fue posiblemente el 18 de enero (no hay fecha cierta), pues los españoles habían ocupado Jujuy el 16 de enero); duró cuatro horas y ocurrió en las lomas de San Lorenzo, cerca de la ciudad de Salta. “Ese día -relata Mitre en su Historia de Belgrano-, Dorrego se situó con sus fuerzas en los altos de San Lorenzo, cuya posición la forman cuatro lomas continuas que se suceden formando anfiteatro. Allí fue atacado por los enemigos en número como de 800 hombres; replegándose de una loma a otra más elevada, haciendo alternar hábilmente una doble fila de guerrilla, que relevaba cada vez que se ocultaba en uno de los bajíos. Sostuvo un vivo fuego por el espacio de cuatro horas, con la pérdida de solo cinco muertos...
Al anochecer, se retiró hasta el río Arias, cubriéndose por una cerrillada, después de haber causado al enemigo una pérdida tal vez no menor de la que él había sufrido”.
Después de San Lorenzo, Dorrego se replegó hacia el sur hasta alcanzar Guachipas donde queda al frente de las Avanzadas de la Línea del Pasaje-Guachipas. “Allí se reúne -cuenta el historiador Cajal- con los paisanos de los Valles (Calchaquíes) a las órdenes de don Bonifacio Ruiz de los Llanos, donde establece un plan de vigilancia y hostilidades irregulares, contando para ello con dos factores: la configuración del terreno y el apoyo de los emigrados de Salta, que se concentraban en Guachipas.
Dorrego, poniendo en ejecución un plan preconcebido con Belgrano, establece su cuartel general en Guachipas. Desde allí envía patrullas y partidas volantes que mantendrán al enemigo en permanente y desamoralizadora alerta”. Es allí donde Dorrego transforma la retaguardia en avanzada del Ejército y designa al coronel Pedro José Saravia, Jefe de la Avanzada de Guachipas.
A todo esto hay que recordar que los realistas habían invadido Salta el día que enfrentaron a Dorrego en San Lorenzo. Fue aproximadamente el martes 18 de enero de 1814.
Ya en la ciudad, y apremiados por las necesidades, las partidas realistas comenzaron a recorrer el Valle de Lerma en busca de hacienda y víveres. Se apoderaron primero de los pueblos más cercanos (Cerrillos, La Merced, La Silleta, etc), hasta que una partida llegó al pueblo de Chicoana. Eran unos 30 soldados armados con tercerolas y sables comandados por el teniente Ezenarro. A poco se transformaron en los tiranos del poblado. Al principio, los vecinos soportan estoicamente las insolencias de los invasores pero de a poco los ánimos comenzaron a exacerbarse por las arbitrariedades de Ezenarro y sus hombres.
“En el primer domingo (desde la llegada de los realistas), -dice textualmente Cajal-, al salir de misa, estalla la chispa cuando los vecinos se detienen a comentar la situación, oyéndole decir a uno de ellos: "No hay más que alzarnos contra esa canalla'. Sorprendidos y como iluminados, lo miran todos, en tanto otro pregunta: "¿Y con qué armas?' Tallando un tercero que contesta: "Con las que les quitemos!' Esa es la idea -sigue el historiador- que abre las puertas francas a la reprimida hostilidad. De ahí que nada resulte tan fácil como seguir a don Luis Burela, respetable y afincado vecino, que se pone al frente de sus peones y sorprende a la guardia realista, desarma al Teniente Ezenarro. Sin armas y a buen recaudo los prisioneros son enviados a Tucumán”, concluye.
Luego, Luis Burela y su gente, ya con las tercerolas y los sables quitados a los realistas, salen de Chicoana y se internan en el valle, entusiasmados y llenos de coraje. Se dirigen en cabalgata guerrera a Cerrillos donde tiene lugar el primer enfrentamiento de la renovada guerra de recursos: “El combate de Cerrillos” (posiblemente el 30/01/14). Allí, los hombres de Burela caen sobre una compañía realista de infantería de línea y triunfa con la ayuda de paisanos del lugar. Los prisioneros de Cerrillos también son enviados a Tucumán.
Y así, la guerra de recursos iniciada por Martín Gemes en 1810, se reinicia en 1814 con Luis Burela.