inicia sesión o regístrate.
Los músicos de La Discepolín tienen un promedio de 30 años. El nombre que eligieron para la orquesta habla a gritos de su pasión por un género que se podría asociar más fácilmente con sus padres: el tango. Y delata su particular admiración por Enrique Santos Discépolo, Discepolín: poeta, compositor, actor, autor teatral y creador de la imagen del “cambalache” como escenario del azar insolente, la injusticia y la confusión de valores.
“Discépolo fue el máximo filósofo argentino del siglo XX. Sus letras siguen teniendo plena actualidad. Además de compartir sus ideas en lo que respecta a la concepción del mundo que nos rodea, admiramos su obra porque muestra un altísimo grado de sensibilidad, amor, dolor y un talento desbordante”, expresó Angel Lapadula, contrabajista de formación que este martes, a las 21, ofrecerá un concierto en Pro Cultura (Mitre 331).
Homero Manzi, otro gran letrista de tango, contemporáneo de Discépolo, solía decir que al autor de “Uno” y de “Cafetín de Buenos Aires” le dolía como propia la cicatriz ajena. Su sensibilidad lo transformó en el gran fiscal de la llamada “Década Infame”, y sus poemas que luego fueron tango, describieron como nada ni nadie las injusticias y la incomprensión del mundo que lo rodeaba. Reflexivo, Discepolín decía: “En las grandes ciudades uno lucha, solo, entre millones de hombres indiferentes al dolor. Londres y Nueva York grises, Buenos Aires gris, todas deben ser iguales. Y no por crueldad preconcebida, sino porque en el fárrago ruidoso de su destino gigante, los hombres de las grandes ciudades no pueden detenerse para atender las lágrimas de un desengaño. Las ciudades grandes no tienen tiempo para mirar el cielo... El hombre de las grandes ciudades caza mariposas de chico. De grande, no. Las pisa... No las ve. No lo conmueven”.
En Salta, cada tanto, cuatro jóvenes músicos y un cantante evocan a este incomparable filósofo que, con lenguaje llano, cronicó como nadie (alcanzando luego una atemporalidad asombrosa) un siglo “problemático y febril”.
lavio Mastronardi en el primer violín, Juan Ignacio Sáenz en el segundo violín y guitarra, Fernando Calleja en piano, y Angel Lapadula en contrabajo, deshojan viejos tangos acompañados por la particular voz de Pablo Ibarra. “Somos amantes del tango. Cada uno por su lado ha tenido una experiencia profunda desde temprana edad con el género, gracias a nuestras familias”, contó Lapadula.
“La última incorporación de la orquesta fue Pablo Ibarra, dueño de una voz de oro. El viene del folclore, pero no necesitó más que un par de ensayos para sintonizar con nuestro estilo. Tiene un talento asombroso. Cuando canta el tango ‘Nada’, se emocionan hasta las piedras”, aseguró el contrabajista, que además es el arreglador del grupo.
Sobre la dinámica de La Discepolín a la hora de preparar su repertorio, el músico detalló: “Todo comienza con la elección de las obras. Todos opinamos si conviene recrearlas o no. Cuando se toma la decisión de introducirle arreglos al tango, comienza la ardua tarea de conseguir la partitura original. Por lo general, estas han sido editadas por el autor en una versión para piano solo. Una vez que contamos con ese material, comienza mi tarea como arreglador y procuro reorquestar la pieza pensando en nuestra formación. Luego vienen los ensayos. Poco a poco los demás integrantes del grupo también se van animando a arreglar y a orquestar”, contó Angel Lapadula.
El concierto que ofrecerá este martes La Discepolín en Pro Cultura se llamará “Café con clásicos de tango”. El repertorio incluirá temas de “la vieja guardia”, desde principios de los 50 hasta los 60. La presentación estará organizada por Pro Cultura y la filial Salta del Mozarteum Argentino. Las entradas anticipadas se venden a $30 en Mitre 331.
El dato
- “Elegimos obras de la época romántica del tango. Siempre nos damos una vuelta por la década del 50. Ese sonido nos identifica”.