"Hay un fusilado que vive", escuchó Rodolfo Walsh una tardecita de verano de fines de 1956, mientras jugaba ajedrez en un bar de La Plata. Aquel rumor se le instaló como susurro persistente en la cabeza y cambió su destino para siempre. A partir de ese dato difuso comenzó una minuciosa investigación periodística y -a través de sobrevivientes- reconstruyó un crimen organizado por el régimen antiperonista de 1945. Los hechos se sintetizaron en el libro Operación masacre, que dieciséis años después Jorge Cedrón llevó al cine en 1972. La película se filmó en la clandestinidad total, durante la dictadura de Alejandro Lanusse, y relata los fusilamientos, en 1956, de un grupo de obreros peronistas que supuestamente habían adherido al levantamiento del general Juan José Valle (también fusilado) contra el gobierno de la llamada Revolución Libertadora.
Julio Lencina, un santafesino treintañero recibido en la Escuela de Cine de la Universidad del Litoral, fue testigo directo del proceso de escritura del guión del filme, que Cedrón y el propio Rodolfo Walsh redactaron a cuatro manos, en la pasividad de las siestas porteñas, mientras circulaban los mates. Más tarde también fue parte del equipo técnico que participó comprometidamente del rodaje, junto a 30 actores profesionales de la talla de Norma Aleandro, Carlos Carella y Víctor Laplace. Entre ellos también estaba Julio Troxler, uno de los sobrevivientes de la masacre, un "fantasma" que aceptó actuar de sí mismo para relatar la muerte de compañeros y la suya propia.
Lencina hoy tiene 75 años y de vez en cuando acompaña las proyecciones que se siguen haciendo de "Operación masacre", como ocurrió el miércoles pasado, en el marco del ciclo de cine la Fundación Copaipa. Habla de la militancia, la persecución y el exilio con tono pausado, pero en los ojos grandes todavía se el activan señales de dolor y alerta, porque el pasado es un territorio donde permanentemente se juntan los vivos y los muertos a destiempo.
¿Cómo fue que llegó a formar parte del filme?
Mi participación técnica en Operación masacre obedece a varias razones, entre ellas mi amistad con el director, Jorge Cedrón. Yo hacía dirección de fotografía y cámara y trabajamos juntos en cortometrajes y documentales de índole cultural que eran incentivados por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo intendente era suegro de Cedrón. Pero en Operación masacre no hice ninguna de las dos cosas, sólo fui asistente del director.
¿Cómo se conocieron Cedrón y Walsh?
El autor del libro, Rodolfo Walsh, en ese momento vivía en la clandestinidad porque ya era perseguido. Jorge se había cambiado a una casa a media cuadra del Canal 7. El estatus que él tenía lo salvaguardaba de ciertos riesgos. No de todos, pero sí de los más comunes. Eso lo animó a encarar este desafío. A la hora de la siesta, Rodolfo Walsh iba a la casa de Cedrón y ahí escribían el guión. Yo era testigo de esos encuentros. El contacto entre Walsh y Cedrón se dio a partir de un comentario que hizo el director acerca de su deseo de hacer un filme basado en Operación masacre. Unos compañeros de Rodolfo lo recogieron y se lo transmitieron. Como él nunca había tenido la posibilidad de que un texto suyo pasara a la imagen en movimiento, se interesó y comenzaron a verse.
¿Fue compleja la filmación?
Sí. Necesitó de muchos decorados naturales e interiores, de día y de noche. Eso representaba una dificultad bastante seria para la producción porque demandaba un equipo de profesionales y en esos momentos se había producido un desbande en la industria del cine de Buenos Aires. Muchos técnicos se habían ido del país. Yo me sumé de inmediato. Mi militancia en todos los países del mundo por donde anduve siempre fue a través de mi herramienta de trabajo: la imagen. Nunca tuve que ver con armas. Y muchos compañeros desaparecidos militaron de la misma forma que yo.
Y el rodaje se hizo en la clandestinidad...
Sí, la filmación fue una producción muy cerrada. Normalmente, cuando se hace un filme, se trata de difundirlo. Eso es parte de la recuperación del financiamiento. En Operación masacre no hubo recuperación alguna y, aunque la utopía de Cedrón era estrenarla, a mitad del rodaje esa idea se disolvió y se conformó con que se la viera en los barrios y cooperativas. El filme jamás fue distribuido.
¿Cómo se logró que tanta gente conservara un secreto?
Todos los actores que buscó Cedrón eran muy conocidos, maduros y comprometidos. Quizás no tenían la misma afiliación política, pero sí eran de mucha confianza. Sabían que la película no iba a ser redituable y que estaba destinada a la masa de obreros, sindicatos, cooperativas, asociaciones vecinales, escuelas...
¿Tuvieron sobresaltos a lo largo de la filmación?
Sí, tuvimos contingencias de diversa índole. Recuerdo que una vez conseguí la casa de un amigo en barrio Belgrano como locación para filmar escenas de una comisaría. Ahí se armaron los decorados y estaban los actores que hacían de comisarios, guardias y obreros detenidos. Quedó todo muy creíble. Empezamos a trabajar a las once de la noche. En ese momento yo estaba haciendo tareas de foquista. A eso de las 3 o 4 de la mañana, cuando los actores que hacían de policías estaban en la galería de la casa, paró un patrullero en la puerta. Se bajaron cuatro policías y entraron. Todos los técnicos quedamos perplejos. Inmediatamente Jorge se enfrentó al superior y le dijo: "Mire, esto es una filmación profesional". Pero el oficial le dijo que estaba prohibido manipular armas y le preguntó de dónde las había sacado. Entonces el director tuvo la brillante idea de ir a buscar una nota firmada por el intendente de la Ciudad de Buenos Aires (su suegro) donde se lo autorizaba a usar armas cedidas en préstamo por un museo. A ese permiso se lo habían dado a Jorge para una película anterior que había hecho, pero los policías no sabían eso. Así que se retiraron.
¿Qué recuerda de Walsh?
Hablaba muy poco. El periodismo es a veces una actividad muy solitaria. Creo que fue su caso. Era prudente y respetuoso. Él no estuvo nunca en el rodaje, pero sí estuvo Julio Troxler, uno de los obreros sobrevivientes del fusilamiento. Accedió a actuar después de leer el guión. Hizo de él mismo.