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El boxeador condenado a perpetua por ser negro

Domingo, 27 de abril de 2014 01:54
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El boxeador Rubin “Huracán” Carter, quien murió el 20 de abril recién pasado en Toronto, Canadá, podría haber sido campeón mundial de peso mediano, pero su color de piel fue el impedimento de que se alzara con el cetro y causal de una sucesión de desdichas.

En 1964 le propinó una feroz paliza a su compatriota de origen italiano Joy Giardello pero, increíblemente, los jueces, por unanimidad y ante una rechifla generalizada, le dieron la corona al hombre blanco, generándose un terrible escándalo y una impresionante polémica nacional.

Un diario, al referirse al fallo, tituló: “Una de las injusticias más grandes vividas”. Pese a todo, gran parte de la sociedad anglosajona y de origen europeo, se sintió satisfecha con la resolución.

Pero esta, aunque parezca contradictorio, sería la menor de las injusticias soportadas por el Huracán Carter.

Para entender todo lo sucedido a este deportista, hay que recordar que en los años '60 la cuestión racial en Estados Unidos era candente y crecía la figura del Dr. Martin Luther King, un activo luchador negro y figura emblemática del combate contra las discriminaciones, al margen de ser un tenaz opositor a la invasión norteamericana a Vietnam.

Frente a él se hallaban las huestes del temido y tenebroso Ku Klux Klan, una organización secreta, de estilo medieval, integrada por defensores de la pureza racial blanca y convencidos de la inferioridad de los afroamericanos. A tal punto llegaron con su prédica de odio, que asesinaron al líder afroamericano, en 1968

No era un santo, pero...

Carter no era un santo precisamente y tenía un historial delictivo por el que había entrado y salido de la prisión en varias oportunidades. Sin embargo siempre fue por transgresiones menores, de las que se hizo cargo.

Huracán era el cuarto de siete hermanos y había nacido en Nueva Jersey el 6 de mayo de 1937. A los 14 años fue acusado de un asalto agravado por el uso de arma blanca y enviado a un reformatorio. En aquella oportunidad declaró que lo que había hecho para defender, con una navaja, a un amigo que había sido atacado por un pedófilo. Por supuesto no le creyeron y allí comenzó a darse cuenta que las cosas no venían bien para él.

En 1954 escapó del reformatorio y se alistó en el ejército. Meses después de terminar su preparación básica en infantería, fue enviado a Alemania Occidental, donde se convirtió al Islam y cambió su nombre. En mayo de 1956 pidió la baja de la fuerza tras haber cumplido dos años como soldado.

Había tomado la decisión de ser boxeador y regresó a su tierra natal con la firme intención de hacer una carrera en los cuadriláteros.

Sin embargo, apenas transcurrido sus primeros días como civil fue nuevamente encarcelado bajo el cargo de haber huido del reformatorio. Cumplió 9 meses de prisión. Finalmente, estas injusticias lo transformaron en un joven rebelde y tras ser puesto en libertad, cometió varios asaltos, entre ellos el robo a una mujer negra. Carter se declaró culpable y fue nuevamente fue a parar tras las rejas, hasta septiembre de 1961, en una prisión de máxima seguridad en East Jersey.

 

El crimen que no fue

Si bien en 1964 le habían robado la corona del mundo, Carter no se daba por vencido y continuaba en los rings, entrenando y realizando peleas de menor envergadura. Pero el destino y la intolerancia racial lo obligaron a que, en 1966, abandonara su carrera profesional.

En junio de ese año, dos afroamericanos como él entraron a un bar en Nueva Jersey y después de robar la recaudación, le dispararon al camarero y a dos clientes, todos blancos. Luego escaparon en un auto que los esperaba en la puerta del lugar. A los pocos minutos entraron a beber unos tragos Carter y John Artis, también boxeador y amigo suyo. Ambos fueron detenidos y acusados del triple asesinato

Un juicio muy particular

Ese mismo año fueron llevados a juicio y recibieron sentencias a tres cadenas perpetuas cada uno por un tribunal integrado sólo por blancos, cuyos miembros no hicieron caso ni siquiera al testimonio de dos de los verdaderos ladrones.

A esto se sumó la complicidad de la prensa que no se hizo eco de la injusticia que se había pergeñado en perjuicio de los dos afroamericanos.

Pasaron los años y el poeta y cantante norteamericano Bob Dylan, quien estudió el caso, escribió, inspirado en el mismo, la canción Hurricane (del álbum Desire, que salió a la venta en 1975), en la que narró con sentidos versos, la injusticia cometida contra Huracán y su amigo. Fue tal el éxito y la contundencia del tema, que los medios retomaron el caso y comenzaran a cuestionar lo ocurrido.

La canción dice así: “Esta es la historia de Huracán, pero no habrá terminado hasta que limpien su nombre y le devuelvan el tiempo que ha cumplido, lo pusieron en una celda pero pudo haber sido campeón del mundo”

Carter luchó por demostrar su inocencia y mientras estuvo en la cárcel, se dedicó a estudiar filosofía y leyes.

Muhammad Alí, el ídolo boxístico norteamericano de todos los tiempos, encabezó una marcha para reclamar un nuevo juicio, que pese a que se realizó, ratificó las condenas.

No obstante, la comunidad de artistas y otros líderes continuaron presionando por una tercera instancia hasta que el 7 de noviembre de 1985 se le dio la oportunidad de presentar nuevas pruebas para demostrar su inocencia.

Durante este tercer proceso, salieron a la luz y se reconocieron los argumentos racistas que se habían esgrimido anteriormente y se comprobó que hubo actos de corrupción en los policías que participaron; que testigos habían declarado bajo amenazas y se habían falseado pruebas. El juez, ante evidencias tan contundentes, les concedió la libertad inmediatamente, al considerar que los derechos de ambos habían sido violados y que el castigo respondió “más al racismo que a la razón”

Una nueva vida

Después de lograr su libertad en 1985, tras 19 años, dejó su país y se radicó en Toronto,Canadá, en donde presidió hasta su muerte la AIDWYC (Association in Defence of the Wrongly Convicted), una institución dedicada a defender los derechos de los reos injustamente condenados. Finalmente la injusticia por él vivida de algo sirvió. Esta organización ha logrado que decenas de casos de condenas injustas fueran aclaradas. John Artis, su viejo amigo, fue el encargado de comunicar a la prensa que Carter murió mientras dormía, Tenía 76 años y padecía cáncer de próstata.

 

Récord

Aunque nunca se coronó campeón del mundo, Carter tuvo foja de 27-12-1 con 19 knocauts. En una espectacular pelea mandó a la lona al doble campeón Emile Griffith en el primer asalto en 1963.

 

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