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Lo blanqueamos al negro

Domingo, 18 de mayo de 2014 01:11
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Nuestra cultura se empecina en darle la peor prensa al negro. Como adjetivo tiene el rango de lo siniestro, de lo oculto, de lo desleal, de lo impuro, de lo maligno. Futuro negro, jueves negro, magia negra, negras intenciones, negra de mi vida (señor corrector del diario: tache lo último, fue un lapsus por recuerdos juveniles): siempre se califica con sentido negativo.

Cuando se utiliza la palabra negro (o cualquiera otra con sentido discriminatorio), es necesario que quien la utiliza como un insulto la crea vergonzante. Pero, para que la ofensa sea efectiva, es necesario que también el agraviado se avergence de su condición. El agravio requiere un emisor y un receptor que coincidan en el significado. Durante mucho, mucho tiempo (tanto tiempo hace, que aún no había nacido Mirtha Legrand), los blancos hicieron un gran trabajo: hacer que los propios negros se sintieran como la raza inferior.

Felizmente, en la década del 60 las “Panteras Negras” y otras organizaciones de militantes negros estadounidenses acuñaron la consigna “black is beautiful” (literalmente: “negro es hermoso”). No debe haber mejor ni más hermosa forma de combatir el desprecio racial que reivindicar la belleza y el orgullo de la propia raza, la despreciada.

Los imbéciles llaman a los negros gente de “color” o “afroamericanos”, y con esos eufemismos, nos prohíben hablar de razas ­Viva la diferencia! Podría sentirme ofendido si me dicen “blanco”, que cierta y objetivamente es una “raza” inferior. Así quedó demostrado en la guerra de Vietnam, donde los blanquitos caían como moscas ante las infecciones tropicales, mientras “negros y amarillos” como que la veían por TV (como Tevez).

La escondida admiración que los blancos tienen por los negros queda demostrada porque hay multitudes buscando un bronceado “caribe”, mientras que, un Michael Jackson blanqueador hubo uno solo en la historia. No hablemos de las fantasías que muchas damas (o que dejaron de serlo) tejen alrededor de los miembros del clan oscuro (esta frase no esconde un doble sentido).

¿Será el miedo ancestral a la oscuridad? ¿Lo tenebroso de la noche frente a la claridad del día? Lo cierto es que hasta las cremas limpiadoras (de dientes, de cacerolas, de cutis) buscan blanquear. Es ilógico porque una buena capa de negro hace desaparecer lunares, pecas, eczemas, granitos, rallones de las ollas, caries, etc.

Lo blanco, en cambio, es radiante, “pura pureza” y candidez. “Candidus” en latín significa blanco deslumbrante. De allí deriva etimológicamente la palabra candidato. En el siglo segundo A.M. (Antes de Mirtha), los romanos que se candidateaban debían pasearse por el Foro con una brillante toga blanca, exhibiendo su pureza, su honestidad. Nos preguntamos: ¿será por eso que Cristina Kirchner ha vestido tanto tiempo de negro? No sea mal pensado, no hablo de una inimaginable falta de honestidad de nuestra Presidenta, me refiero a que usó tanto el negro porque no piensa ser candidata.

Estimado lector: un consejo. Le agradezco que me haya acompañado hasta este párrafo (aunque, me pareció que se salteó algunos), pero hasta aquí fue la nota de “color”; la segunda parte es muy aburrida, oscura: hablaremos del trabajo en negro.

El lado oscuro del trabajo

Durante los últimos años América Latina consiguió tener una situación de crecimiento económico con reducción del desempleo. Sin embargo, en esta región aún hay más de cien millones de personas que trabajan en “la informalidad”, en esa zona turbia de nuestras economías donde se perpetúa la pobreza y se potencia la desigualdad. ¿Qué trabajadores son informales? Las cifras disponibles nos indican que en América Latina hay altas tasas de informalidad entre los trabajadores por cuenta propia (83 por ciento), los trabajadores domésticos (77,9), los empleadores (36,3) e incluso los asalariados en las empresas (29,3 por ciento). En México, según cifras oficiales, la tasa de informalidad laboral ronda el 60 por ciento, en Argentina el 35%. Son porcentajes elevados que plantean un desafío de grandes dimensiones en una época en la cual se ha trazado la meta de avanzar en la inclusión social.

Llamativamente, estos datos de la OIT no parecen tener en cuenta la alta tasa de trabajadores que trabajan para el Estado en condiciones de precariedad o que perciben gran parte de su salario como “no remunerativo”.

En ese contexto, el Gobierno nacional presentó un proyecto de Ley de Promoción del Trabajo Registrado y Prevención del Fraude Laboral, cuyo objetivo es reducir la informalidad laboral, otorgando beneficios previsionales a los sectores más vulnerables de la cadena productiva (Mipymes y emprendedores). Es importante destacar que la norma fue tratada en el Senado nacional, la semana pasada, y se aprobó con el voto unánime de los 57 senadores presentes, es decir, macrismo, radicales y centroizquierda, además de “nacionales y populares”.

El proyecto de ley consta de tres programas. El primero es un “régimen permanente de aportes”, a partir del cual se establecerá un descuento del 50% en las contribuciones de “todos los trabajadores de las microempresas que empleen hasta 5 trabajadores”.

En segundo lugar, la iniciativa impulsa un “régimen de promoción a la contratación”, que consistirá en un plan de 24 meses. Se trata de un beneficio que será diferente según la cantidad de empleados:

Hasta 15 dependientes, durante los primeros 12 meses, se dará un descuento por contribuciones del 100% por cada empleado nuevo que tomen. En los segundos doce meses, será del 75 por ciento.

Las empresas que empleen entre 16 y 80 trabajadores, van a tener una rebaja del 50% de las contribuciones patronales.

Por otra parte, el proyecto busca poner en marcha un “veraz laboral” a través del cual el Ministerio de Trabajo va a llevar un control del fraude mediante un registro público.

La iniciativa tiene su costo político. Casi inmediatamente después del anuncio hecho por la Presidenta, comenzaron a llegar las críticas “por izquierda”, que comparan esta iniciativa con las experiencias de flexibilización laboral realizadas durante los años '90. Para colmo, el kirchnerismo recibió uno de esos apoyos que hoy día todo político preferiría evitar: el mismísimo Domingo Cavallo dijo que la iniciativa de Cristina “va en la dirección correcta”.

Si bien pueden plantearse varias objeciones al proyecto, quien esto escribe está horrorizado al advertir que, en rasgos generales, coincide con Cavallo (y con el kirchnerismo): es un buen proyecto; vamos bien (como decía Olmedo al pasar por el quinto piso).

Lector, se lo advertí: nunca segundas partes fueron buenas.

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