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Sra. Estela de Carlotto: mi madre era rubia, alta, y buenamoza como usted, y sufrió una tragedia tremenda, como la de usted. Ella perdió un hijo de solo 23 años de edad, que murió siendo oficial de Gendarmería.
Nunca se aclaró su muerte y del hecho nadie sabe más que yo, porque me tocó recibir la noticia. Pero mi madre no eligió el exhibicionismo televisivo para mostrar su dolor; tampoco usó el término “memoria” para justificar su rencor. Más bien, se la veía silenciosa y serena, y a veces, pensativa... Y como toda indemnización recibió el olvido.
Señoras de la Legión de María, como la diputada Coronel, las señoras Terán de Juárez, de Martos, Giménez Zapiola, Fortuny, junto a mi madre y muchas otras recorrían casi diariamente los hospitales ... se las solía ver suministrando ayuda material a los enfermos que por sí o por no tener familia estaban librados a su suerte.
Los barrios periféricos, a veces marginales, vieron la presencia fina de este grupo de mujeres acercando propuestas de trabajo, alimentos, ropas y todos los principios de esta verdadera dama. Demasiado pronto, el pesar agobió su existencia; me parece verla entre las nubes llevando entre sus manos santas un ramillete de rosas blancas.
Pablo Ferreyra Yrigoyen,
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